Lo que el 20 de Junio nos convoca significa mucho más que el hecho de traer a la memoria una de las figuras más preclaras de nuestra historia nacional: Manuel Belgrano; el hombre que entendió la necesidad de reconocernos y diferenciarnos a través de un distintivo propio, en tiempos de las lides independentistas. Significa mucho más que enaltecer el paño celeste y blanco con el que materializamos nuestra bandera. Ese “mucho más”es evocar el símbolo.
Símbolo que nos remite a nuestra identidad como pueblo, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro provenir. Y aquí es donde se pone en juego el rol que como ciudadanos nos compete, nuestro compromiso político, social y cultural, nuestra vocación por mantener en alto los valores de la argentinidad; valores que no se agotan en el amor, la lealtad, el honor y la honra a la nación que nos reúne, nos cobija y nos otorga pertenencia.
La bandera es el símbolo de una argentinidad que nos duele, nos duele con el dolor de los más postergados, nos duele con el dolor del interior profundo de la Argentina invisible de Mallea. Nos duele con el dolor de saber y constatar, día a día, que se pondera la “viveza criolla” por sobre el esfuerzo. Nos duele con el dolor del fracaso -en tanto educadores- frente a la anomia cruel de tantos de nuestros alumnos. Nos duele con el dolor de aspirar genuinamente a la conducción, en épocas en las que gran parte de la clase dirigente ha perdido el respeto de las mayorías. Y mucho más adentro, entre las entrañas, nos duele la ignorancia y el desprecio por el saber, que avalan mezquinamente muchos de quienes conducen, sabiendoque inexorablemente nos sumen cada vez más en la dependencia.
Sin embargo, también orgullosamente reconocemos que la bandera es el símbolo de esta Argentina que está viva, que late en los corazones de los hombres y mujeres que conservamos la esperanza de un futuro venturoso y confiamos en la osadía de los valientes, que luchamos día a día por salir adelante superando obstáculos, frustraciones, adversidades e injusticias. Esta Argentina “que quiere” y muchas veces siente “que no puede”; pero nunca deja de soñar.
Una Argentina que con el coraje y el corazón ávido pugna por concretar el sueño libertario de Belgrano, de San Martín, de Güemes, de Juana Azurduy -para nombrar algunos de los más lejanos- pero también de nuestros compañeros de ideario y de lucha desaparecidos por la dictadura militar de la década del ´70, de los soldados de Malvinas y del ARA Gral. Belgrano, de todos los héroes anónimos cuyas trayectorias de vida escriben las páginas más gloriosas de nuestra historia.
Somos nosotros hoy parte de esta nación que simboliza la bandera. Es todo un desafío. Honrémosla haciendo cada uno lo que debe hacer, con responsabilidad, con dedicación, con buena voluntad, con respeto ciudadano, con solidaridad, con compromiso militante. Sólo así estarán de más las palabras y seremos los verdaderos hacedores de una Patria grande, justa, libre y soberana.
Por Lic. Zulma Gómez (*)
(*) Docente UTN
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