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Hace 35 años los argentinos hundían al Destructor HMS Sheffield

El enorme buque británico HMS Sheffield, orgullo de la flota de la Royal Navy, fue impactado por misiles Exocet lanzado por cazabombarderos Super Etendard de la Armada Argentina que despegaron desde Río Grande a interceptarlo. Este ataque fue considerado como una retaliación de la Argentina por el hundimiento del Crucero ‘ARA General Belgrano’.

El ataque al Sheffield, un Destructor Tipo 42 que estaba a la vanguardia de la flota inglesa, supuso un duro revés para las fuerzas británicas durante el conflicto de 1982.

Río Grande (Ramón Taborda Strusiat).- Hace 35 años despegaban desde Río Grande dos cazabombarderos Super Etendard, uno de ellos armado con el letal misil antibuque Exocet de fabricación francesa.
El Sheffield fue detectado por primera vez por un avión de reconocimiento argentino P-2 Neptune a las 7:50 AM del 4 de mayo. El avión mantuvo a los barcos británicos bajo vigilancia y comprobó de nuevo la posición del Sheffield a las 8:14 y a las 8:43. Dos aviones Super Etendard armados con misiles Exocet despegaron desde Río Grande a las 9.45 y se encontraron con un avión Hércules C-130 a las 10:00. A las 10:35, el avión de reconocimiento se elevó a 11 170 metros y detectó dos contactos en las coordenadas 52º 33 55 Sur, 57º 40 55 Oeste mapa. Pocos minutos más tarde, se puso en contacto con los Super Étendards con esta información. Al volar a muy poca altitud, alrededor de las 10.50, ambos cazas se elevaron a 160 metros para verificar el contacto pero, al no encontrarlos, decidieron continuar. Se acercaron 40 kilómetros y se elevaron de nuevo y, tras unos pocos segundos de rastreo, sus objetivos aparecieron en las pantallas del radar. Ambos pilotos cargaron las coordenadas en sus armas antibuque, descendieron y después de una revisión de último minuto arrojaron sus misiles Exocet a las 11.04 desde unos 30 a 50 kilómetros de sus objetivos. No fue necesario que los aviones volvieran a cargar combustible en el aire y aterrizaron en Río Grande a las 12.04. Como unidad de apoyo estaba un Learjet 35 y dos IAI Dagger, así como los escoltas del KC-130.

Relato del piloto que hundió al Sheffield

En un reportaje brindado al diario La Nación el 19 de abril de 2012, el aviador naval Armando Mayora recordó el ataque al buque inglés, lo que fue un duro golpe para las fuerzas británicas durante el conflicto y brindó detalles cómo fue el vuelo que marcó un hito en Malvinas
Armando Mayora entró a la Marina incentivado por un compañero de colegio. Quiso estudiar Ingeniería, pero le dijeron que tenía capacidad para estar en un grupo de comando. Nunca había volado y no tenía idea de cómo hacerlo, pero se convirtió en aviador.
Se especializó en combate aéreo y a principios de la década de los 80’, a los 26 años, fue enviado a Francia a buscar los modernos aviones Super Etendard. Meses más tarde, en plena guerra de Malvinas, junto con el capitán de navío Augusto Bedacarratz atacaron el buque inglés Sheffield con misiles Exocet. Fue un golpe mortal: el destructor se hundió poco después.
El ataque al Sheffield, un Destructor Tipo 42 que estaba a la vanguardia de la flota inglesa, supuso un duro revés para las fuerzas británicas durante el conflicto de 1982. Además, fue el primer barco que perdieron desde la Segunda Guerra Mundial. Mayora, sin embargo, recuerda que tuvo una sensación agridulce: el objetivo era pegarle al Portaaviones Invencible.
«Todo el mundo estaba feliz. Yo no, porque el objetivo era el portaaviones. La única manera de poder haber cambiado el curso de la guerra era hundirles un portaaviones. Eso fue lo que sentí: que podríamos haber generado un cambio. Hundir al Sheffield fue un tema que les pegó, pero que no fue crucial. Si hundíamos un portaaviones, la cosa hubiese sido diferente», sostuvo al matutino porteño.
A pesar de ese sentimiento, Mayora reconoce que la escuadrilla hizo su trabajo a la perfección. «El ataque del Sheffield fue el único que pudimos hacer como dice el libro. Salió perfecto», reconoció.
«Éramos diez pilotos seleccionados y teníamos los mejores aviones. Éramos los de mayor experiencia, los de mayor capacidad. Habíamos armado las cosas bien», agregó.
Admitió que había preocupación. «Teníamos que enfrentarnos a la tercera potencia del mundo con el apoyo de la primera».
Para entrenarse específicamente para Malvinas, y como en la Argentina había dos destructores idénticos a los de la flota británica, usaron esos barcos como blancos. «Diseñamos nuestro perfil de vuelo y perfil de ataque en función de ellos. Me embarqué en el Hércules, con la gente de operaciones, para ver a cuánto se detectaban los buques, de qué manera», explica.
«El día que desembarqué del Hércules, el comandante me dijo: «Mucha suerte, no sé si nos volveremos a ver». Me sonó muy dramático, pero después llegué a la conclusión de que él era más consciente de lo que estaba por venir».
Su escuadrilla decidió armar cinco parejas, el más antiguo operaba con el más joven. «Volábamos siempre juntos, siempre. En la guerra moderna, no podés emitir: el que dice algo y larga energía al éter es el que termina siendo descubierto. Nosotros estábamos fijando las reglas de emisión en forma muy estricta».
Y agrega: «Desde el momento en que despegamos hasta que aterrizamos, nunca hablamos. Todo era por señas, y entre aviones separados por 1.000 metros. Nos conocíamos tanto…».
El 1° de mayo de 1982, primer día de combate, se frustró una misión de ataque porque los aviones tuvieron problemas al cargar combustible en vuelo. «Tuvieron que cancelar y volver. El acuerdo era que pasabas a la cola. La siguiente pareja éramos Bedacarratz y yo», recuerda.
El 2 de mayo fue el ataque al crucero General Belgrano. «Fue un tema duro para nosotros: no sabíamos qué había pasado, era todo incertidumbre», añade. Al día siguiente, Bedacarratz y Mayora estuvieron en cabecera, a punto de despegar.
«Desde el momento en que te dicen que vas a atacar hasta que salís, pasan como tres horas, el prevuelo. Te tenés que vestir, armar el plan. Toda esa preparación lleva dos horas y pico. Lo hicimos el 3 de mayo y estábamos a punto de irnos, pero anularon la misión», recuerda.
El 4 de mayo amaneció nublado, lluvioso y con vientos muy fuertes. A las 7 de la mañana los sacaron de la cama porque había otro blanco.
Un explorador de la Marina -el Neptune- había salido más temprano, había estudiado el área y había capturado datos de emisiones británicas. «En función de toda esa información, se nos ordena atacar. Fuimos al reaprovisionador, iniciamos el ataque, el Neptune emitió la última posición que tenía del blanco, nos pasó los datos y los pusimos en nuestro navegador inercial», detalla el capitán de corbeta retirado.
Los aviones Super Etendard eran los únicos de la Argentina que tenían navegadores inerciales, imprescindibles para volar en el mar. «Veníamos volando muy, muy bajo, y muy, muy rápido. Era un día horrible, de chubascos, lluvias, de muy baja visibilidad, lo cual era perfecto para nosotros porque de esa manera podíamos entrar sin que nos detectaran», cuenta.
A las 11 de la mañana, el momento de lanzar los misiles fue traumático. «Nos metemos en un chubasco, no veo a Bedacarratz, y cuando salimos del chubasco veo fuego debajo de su avión. Él había dado la orden de lanzamiento y yo no la había escuchado. Lanzo yo. Cuando sos piloto, estás acostumbrado a que cuando apretás un botón de los cañones, es inmediato. Y con los Exocet no es así. Tarda tres segundos, una eternidad. Hasta que de pronto se desprende el misil, que pesa 650 kilos. El avión se desbalancea y ahí ya estábamos girando a muy baja altura y a todo lo que daba. Nos fuimos sin saber qué había pasado», relata.
Ante la consulta de LA NACIÓN sobre qué sintió cuando volvía a base, Mayora resalta que hasta ese momento estaba «re contra enchufado» y que lo que más le preocupaba era cumplir. «Es muy laborioso, no tenés tiempo para que se te vayan los pajaritos, para nada. Tenés que trabajar: el vuelo es muy arriesgado, el proceso de lanzamiento del Exocet es muy demandante, tenés que operar el radar del avión, tenés que hacer el reaprovisionamiento en vuelo. No tenés tiempo para ponerte a pensar», detalla.
Horas después, a las 5 de la tarde, mientras hacían el análisis y el informe del vuelo, el Ministerio de Defensa británico difundió que el buque Sheffield había sido atacado con Exocet y que estaba hundido.
Los restos del buque incendiado fueron remolcados por la fragata Clase Rothesay HMS Yarmouth (F101); pero esa misión se canceló ya que, mientras era remolcado, el barco se hundió en las 53°04′S 56°56′O, el 10 de mayo de 1982. Así se convirtió en el primer navío de la Royal Navy hundido en guerra en al menos cuarenta años. Veinte miembros de la tripulación (principalmente del área de cocina) murieron durante el ataque. El pecio es un cementerio de guerra y está señalado como sitio controlado bajo el «Acta de Protección de Restos militares de 1986».
El hundimiento del Sheffield es achacado a veces al uso indiscriminado de aleaciones de aluminio, ya que los puntos de fusión y de ignición de las mismas son significativamente inferiores a los equivalentes del acero. Sin embargo, hay un error de base en esta suposición, y es que la superestructura del Sheffield’ estaba hecha totalmente de acero.
La confusión puede deberse a que la Armada de EE.UU. y la británica abandonaron el aluminio tras varios incendios en los años setenta. Los hundimientos de las fragatas Tipo 21 HMS Antelope (F170) y HMS Ardent (F184) realizada por los argentinos en Malvinas -ambas naves con superestructura de aluminio- movieron a cambiar el modo de trabajar con este material. De todos modos, para estos dos casos, se hubieran hundido del mismo modo si hubieran estado construidas con otros materiales, ya que los daños producidos por las explosiones eran considerables. La Ardent, en particular, tras un intenso bombardeo con once bombas y cinco explosiones; ningún barco de su tipo hubiera sobrevivido a semejante ataque. El fuego en ambas naves contribuyó a que se abandonara el uso de ropa con nylon y otros tejidos sintéticos y se implantara el uso de materiales ignífugos. El Informe Oficial del hundimiento del Sheffield fue desclasificado de acuerdo con las leyes de libertad de información del Reino Unido tras una campaña de antiguos miembros de la marina británica, que criticó los equipos de lucha contra el fuego del barco, el entrenamiento, los procedimientos y a ciertos miembros de la tripulación.

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