Diego Golombek, biólogo del CONICET, diseñó junto con las doctoras María Juliana Leone, investigadora del Consejo, y Marina Giménez, de Holanda, una estadística para mapear la calidad del descanso en el país.
Inspiraciones
En rigor, no será la primera vez que se mida el sueño de los argentinos. Existen relevamientos como el del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), que midió alrededor de seis mil casos relacionando variables del sueño con aspectos socioeconómicos. La diferencia será que esta iniciativa pretende convertirse en una muestra federal y representativa de todo el país.
Los antecedentes a Crono Argentina pertenecen a otros países: la primera experiencia similar se hizo en Munich de la mano de un científico llamado Til Runeberg hace diez años y se llamó “Sleep Project”. Así, desarrolló un test para identificar cronotipos –si las personas son más matutinas o vespertinas– y luego comparó el sueño de los fines de semana y los días laborables, para comparar una especie de “jet lag social” –que sería la diferencia entre el horario de nuestro reloj biológico y el del mundo–. “Sleep Project” se convirtió en una masiva base de datos alemana de decenas de miles de casos.
“Con una encuesta sencilla llegó a conclusiones muy poderosas. Por ejemplo: que en un país pequeño como Alemania, el sueño y este jeg lag social dependen de la longitud, de la hora de salida del sol, del cambio en las estaciones (este/oeste), encontró también relación con el consumo de nicotina, con la obesidad, una serie de cuestiones interesantes. Incluso, una de sus conclusiones tiene que ver con la definición de adolescencia: encontró que la preferencia horaria se va corriendo hacia más tarde en la adolescencia, y que el reloj biológico de los adolescentes es más búho y tiene las horas corridas hacia la tarde”, explica Golombek.
Otro experimento similar se realizó en Brasil, donde una encuesta sobre el sueño permitió relevar, sobre todo, las partes más desarrolladas del país, como el litoral marítimo, desde Porto Alegre hasta Natal. “En esa encuesta –recuerda el científico– también se logró definir cambios en el sueño y la relación con los cronotipos”.
También hay estudios previos del propio Golombek que sirven de base. Uno que realizó hace unos años junto a un equipo en una comunidad mapuche de Neuquén, en el que analizaron la correlación de la estacionalidad y las mudanzas de la comunidad tomando como referencia la luz solar. La otra investigación fue en 2015, junto con colegas internacionales, en dos comunidades tobas de Formosa. Allí compararon el sueño en una comunidad expuesta a la luz eléctrica y otra sin. “Comprobamos que los que tienen luz eléctrica duermen menos, tienen diferente comportamiento y organizan distinto su vida”.
Con esos antecedentes, confeccionar las preguntas de Crono Argentina les llevó, a Golombek y su equipo, un año de trabajo. Se guiaron con dos cuestionarios: uno clásico, de cronotipos (de preferencia horaria, para saber si los individuos son más matutinos, más vespertinos, etc.) y otro de preferencias, más psicológico (con preguntas como: “si te invitan a jugar un partido de futbol a la mañana, ¿cómo te sentirías? ¿Bien, cansado?”). Y le agregaron algunas preguntas propias, relacionadas con las costumbres y la exposición a la luz.
En casa de herrero
Golombek duerme poco. Como escribe y trabaja aprovechando el silencio que ofrece la noche, sus horas de sueño no alcanzan el ideal. Se levanta religiosamente a las 5.45 para llevar a su hijo hasta el subte. “No duermo menos de siete horas, ocasionalmente seis, nunca ocho”. Aunque no tiene televisión, utiliza computadora y celular todo el día, lo que también, dice, interfiere en su sueño. “El problema está en que las pantallas modernas usan un tipo de Led que es el que más estimula al reloj biológico. Si vos recibís esa luz a la noche el reloj se desorienta”. Nunca duerme siesta. Tampoco es de acordarse los sueños. Insomnio, no sufre: salvo que al día siguiente tenga algo estresante que hacer. “Hay insomnios e insomnios –dice–. El clásico es un no dormir, pero también hay otro insomnio que es la falta de percepción de sueño: una persona que duerme fenómeno y siente que no duerme nada. Le pasaba a mi viejo, que en su momento llegó a consultarlo con médicos del sueño”. Una de las cosas que lo desvela es llegar a entender los secretos del reloj biológico: aquel instrumento que, sin agujas ni cronómetro, regula los tiempos de actividad de los seres humanos y que, se descubrió de un tiempo a esta parte, se ubica en el cerebro, puntualmente en los núcleos supraquiasmáticos.
Ahora, con Crono Argentina, pretende conocer no solo el reloj en sí mismo, sino el reloj promedio de los argentinos. “Lo primero que queremos saber es si hay correlación geográfica: saber si en los ejes norte sur y este oeste hay variación de cronotipos. Y después relacionarlos con las variables que vayamos sacando de la encuesta y demográficas: población urbana y rural, grandes centros poblacionales, que sacamos de datos públicos”, adelanta Golombek. El objetivo es llegar a encuestar al uno por ciento de la población, es decir, a 450 mil argentinos. “En la medida que tengamos decenas de miles pero bien representados geográficamente vamos a poder sacar conclusiones válidas”.
En Argentina, apunta, no hay una base de datos así y es importante hacerla para cuestiones básicas y aplicadas. “Por un lado, porque tener idea de cuestiones más bien folklóricas o anecdóticas, como en qué lugares del país la gente duerme más, o menos, o duerme siesta, parece importante para ponerle números. Pero más allá de eso, porque incluso puede servir para hacer recomendaciones de políticas públicas”, dice Golombek. A eso apunta cuando habla del huso horario como un ejemplo. “Por razones históricas Argentina está en el huso horario menos tres, pero si uno lo analiza geográficamente, estás en medio del Océano Atlántico, no donde se debiera estar. ¿Por qué? Habría que considerar cuál es el huso horario que mejor se adapta a nuestra geografía”.
“Si vos cambias el horario para tener más luz por la noche –sigue–, la gente cena más tarde, por lo tanto duerme menos, y se vive peor. Hay un estudio que dice que dormimos entre una y dos horas menos que hace cincuenta o cien años: eso es muchísimo y las consecuencias son muy importantes. Si se duerme menos se vive peor. Hay más accidentes, tenés peor ánimo, te equivocas y te enfermás más. Tengamos al sueño como un factor de importancia pública y no solo como un factor anecdótico que uno hace cuando puede”, predica. Para que cuando nos pregunten ¿qué hora es?, la respuesta sea solo una y convincente: la hora indicada.
PARA PARTICIPAR EN LA ENCUESTA: www.cronoargentina.com
Prensa CONICET
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