Los mejillines son organismos bentónicos que cubren el suelo de la mayoría de las costas rocosas de Argentina, formando un densa capa de miles de organismos. Debajo de estos pequeños bivalvos viven otros animales, que se benefician obteniendo refugio y alimento. Además los mejillines son la base de la cadena trófica marina. A pesar de su importancia en el ecosistema, son animales muy frágiles. Tan frágiles que solo unas pocas pisadas pueden desprenderlos del sustrato e incluso matarlos. Los investigadores asistentes del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR-CONICET), María Martha Mendez y Juan Pablo Livore y el investigador independiente Gregorio Bigatti, realizaron el primer estudio en Argentina sobre el efecto que el trampling o pisoteo humano tiene sobre estos organismos en costas rocosas cercanas a la ciudad de Puerto Madryn en Chubut.
Punta Este es una playa que se encuentra alejada unos diez kilómetros del centro de Puerto Madryn y que los habitantes de la ciudad utilizan durante el verano. La zona intermareal de la playa que es el sector que queda al descubierto en el lapso de tiempo en que el mar se retira, es habitada por mejillines. Por ahí pueden llegar a caminar durante el verano 250 personas al día. Las actividades que los visitantes realizan en este sector pueden tener consecuencias a largo plazo sobre estas comunidades de invertebrados.
“En marzo de 2015, cuando ese sector de la costa ya no era visitado, delimitamos en un sector de la playa cuadrículas de 25 por 25 centímetros para evaluar si la cobertura de los organismos que habían sido pisados por la gente durante el verano volvían a alcanzar sus valores naturales, que son cercanos al 100 por ciento del sustrato rocoso. En los 9 meses posteriores a la temporada, periodo de inactividad de esa playa no hubo una recuperación completa en la cobertura de estos mejillines para volver a tapizar el sustrato que había quedado descubierto. Ahora estamos estimando el tiempo total que necesitan para recuperarse”, afirman los investigadores.
Según explican los científicos, estudios realizados en otras localidades, sugieren que organismos similares a los mejillines pueden tardar varios años en restablecerse luego de un disturbio como el pisoteo pero en la Argentina es la primera vez que se hace este tipo de trabajo y debe tenerse en cuenta las características de la costa y las condiciones de oleaje, viento y desecación de Patagonia, que no se repiten en otros sitios del mundo.
“Esta investigación demuestra que el tiempo entre dos temporadas de verano no es suficiente para que estos animales puedan recuperar su abundancia natural. Si bien aún no sabemos exactamente cuánto tiempo necesitan para la recuperación, estamos trabajando para establecerlo”, asegura Mendez.
Sin embargo, pese a haber comenzado este estudio hace solo tres años, los científicos ya han obtenido conclusiones de este y otros estudios complementarios que resultan contundentes: sí más de 50 personas pisan la zona de mejillines durante los primeros fines de semana del verano, se pierde más del 50 por ciento de la cobertura de estos organismos. “En los sectores a los que los visitantes no pueden acceder, la cobertura de estos animales alcanza un 95 por ciento de cobertura y se reduce drásticamente en las zonas que sí acceden”, indica Livore.
Según comentan los científicos, otro factor a considerar es la frecuencia o la repetición de pisadas sobre un mismo sitio.
“En Punta Este, es habitual utilizar la plataforma rocosa como trampolín para ingresar al agua. . Los visitantes repiten ese movimiento varias veces y eso afecta aún más la posibilidad de recupero que estas comunidades bentónicas tienen”, afirma Mendez.
El próximo paso para los investigadores es establecer con exactitud el número de personas que al caminar sobre los mejillines logra desprenderlos del sustrato, datos vinculados a las frecuencias de pisadas y el tiempo que tardan estos animales en restablecerse como población. Esta información podría resultar de utilidad para que las autoridades de manejo puedan implementar políticas tendientes a la protección de los invertebrados en las costas rocosas de Patagonia.
Por Alejandro Cannizzaro
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