• Telefonos: 432528 Int. 158 - Cel. 15544394
  • info@radiouniversidad.com.ar

Como San Martín, pero 201 años después

Marilina Henninger de Löffler, quien integró el pequeño equipo que realizó el mismo trayecto que el General José de San Martín en su histórico cruce de los Andes, evocó esa experiencia recogida por un portal de Río Grande.

Henninger alza la bandera fueguina tras una experiencia única, durante siete días de travesía.

Río Grande (HábilDeclarante.com).- Marilina Henninger formó parte de un reducido grupo que evocó el Cruce de los Andes realizado por el General José de San Martín. Fueron siete días intensos, cargados de emoción que, en primera persona, relata para HábilDeclarante.com.

Hace algunos días leí una publicación que se preguntaba: ¿Qué es la felicidad? ¿Es un estado constante, momentáneo, duradero? ¿La felicidad es producida por los logros, por la familia o los amigos? No lo sé…
Dejar que el viento y la altura te golpeen la cara, sentir el aire puro y los olores de la montaña, reír hasta llorar con amigos, dormir con el murmullo del río, compartir el silencio y el vértigo con tu caballo, en fin, cruzar los Andes para mí es muy parecido a la felicidad. Esta es la historia de mi Cruce de los Andes.

I

No soy una mujer temeraria y mucho menos buena amazona, pero algo interiormente me alentó a esta experiencia. Por un lado, el motivo histórico, evocar la gesta sanmartiniana, repetir esa enorme hazaña, conocer más allá de los libros; pero también había otro, el personal, el íntimo, esas ganas de descubrir mi otro yo, mi ‘lado b’, el de mi templanza ante la adversidad, mi reacción ante el miedo, mi tolerancia a la frustración, al cansancio, a lo desconocido.
Con el correr de los días, y ya en plena travesía, cada una de las experiencias vividas, las cuestas largas, las alturas, el calor, el frío, los amigos, los debates sobre el carácter de San Martín y su liderazgo, ¡el desafío del Espinacito! fueron uniendo, de un modo increíble y perfecto, mis dos anhelos, mi ser más completo.
El viaje a caballo duró siete días, ascendimos y descendimos incontables veces, cruzamos ríos y quebradas, caminos de pasto, piedra y polvo, siempre acompañados de un cielo inmenso y celeste.
La primera jornada fue corta, una buena forma de adaptar el cuerpo y el espíritu a lo que se avecina; solo anduvimos unas cuantas horas por la tarde hasta divisar las carpas y el fogón al costado del río Las Leñas. Las rutinas se repitieron día a día: levantarse temprano, desayunar al alba y luego seis o siete horas de travesía hasta llegar al siguiente campamento, antes de que caiga el sol.
El clima es crucial para atesorar la experiencia, la montaña es distinta cuando golpea el frío. Este año nos tocaron siete días de sol radiante, los Andes brillaban a nuestro paso. Paisajes indescriptibles de alturas, colores y texturas muy diferentes. Rojos, verdes, grises, roca, pasto, yeso… El ritmo siempre fue al paso, a veces en fila india, otras más desordenados.

II

Nuestro guía se llamaba Ramón, un hombre gritón, alegre y sabiondo. Con maestría y oficio, supo llevarnos hasta los 4600 metros de altura que unían el cielo con esa roca bien llamada El Espinacito. Así, casi sin siquiera enterarnos, en el segundo día ya estábamos mirando el Aconcagua de frente y a los ojos. Allá arriba corría un poco de viento y más de alegría. Nada ni nadie anticipaba la siguiente media hora de descenso. Y yo, amigos, tampoco lo haré. Esa bajada hay que vivirla…
También nos acompañaba su hermano, Diego -un indispensable del viaje- y un grupo de baqueanos que llevaban la comida y los petates. A veces cerrando el grupo, otras con el caballo a la par, revisaban monturas, ajustaban cinchas y estribos, y estaban atentos a todas nuestras demandas. ¡Diegooo se cayó un guante! ¡Diegooo la cantimplora! ¡Diego, qué gran cocinero!
Cada jornada el calor, el viento y el polvo nos acompañaban desde la mañana hasta las últimas horas de la tarde. El ascenso y el sol hacían indispensable tomar agua, tener un buen sombrero de ala y ponerse un potente protector solar.
Finalizar el día era llegar al campamento, poder bajarse del caballo dignamente, alimentar el alma con un yerbadito o un café y contar las anécdotas de todo lo que nos había pasado en la jornada. Porque más allá de la leyenda, la altura, San Martín y sus asombrosas proezas. ¿Qué hubiera sido del viaje sin la grata compañía de estos nuevos amigos?

III

“La montaña te iguala”, dijo algún viajero reflexivo. ¡Y cuánta razón tenía! Entre nosotros no hubo edades, ni género, no hubo rangos, ni ocupaciones, sólo un fuerte sentimiento de solidaridad, cariño y amistad sincera construida en ocho días de guisos, historia y herraduras.
A diferencia del Ejército de los Andes, cada noche dormimos muy cómodos, con carpas, colchones y bolsas de dormir que soportaron los -12 grados que supieron hacer a la orilla del río. Ricky, amigo y médico de la expedición, atendió faltas de oxígeno, dolores, raspaduras, alergias y hasta algún desafortunado que cayó en desgracia. Nada nos faltó. ¡Y ni hablar de la comida! Aún extraño el increíble matambre de Loty y ese dulce casero de membrillo y nueces.
El tercer día se hizo largo, de caminos anchos y polvorientos, dos moles de yeso blancas para rodear y dos inmensos e interminables valles: los Patos Sur y Valle Hermoso. Cada rincón te regalaba una historia, un general, un valiente… Se aprende a admirar la maestría de Álvarez Condarco, al ser meticuloso en el trazado del camino; las trincheras de piedra del General Soler, encargado del ejército de Vanguardia y la temeridad del General Las Heras, crucial en la batalla de Chacabuco.

IV

Al promediar la tarde, llegar al refugio es una bendición, aunque el río sea fangoso y sucio, nada iguala al chapuzón y la sensación de frescura cuando el agua invade el cuerpo. A esta altura se comienza a extrañar lo pequeño, los míseros detalles de la vida urbana y aparecen sueños de cerveza helada y almohadones, bombitas de luz, pelotas de fútbol y secadores de pelo.
La vida se va transformando, admiras la luz cuando cae en la montaña, el perfil de un guanaco vigilando en lo alto, las diferentes piedras que te regala el camino. Son muchas emociones juntas, desde la admiración al miedo, de la alegría a la congoja, cada día surge una vorágine de sorpresas que mantiene nuestros cinco sentidos a flor de piel. Pero hay un día en especial, el cuarto, el 12 de febrero, en el que más allá del abrumador paisaje y las sensaciones, se respira a San Martín y a la historia.
Arrancamos temprano, casi más que otros días, nos esperaban dos horas de ascenso hasta llegar al cruce con Chile. No sé si tantos de nosotros teníamos conciencia de lo que nos esperaba, la mayoría no. A doscientos metros del punto de llegada, Ramón nos detuvo e indicó que formáramos un frente de avance conjunto. Ordenados como debíamos, acatamos con placer la consigna de enarbolar banderas y avanzar mientras cantábamos la marcha de San Lorenzo “…y nuestros granaderos, aliados en la gloria, inscriben en la historia su página mejoooor…” y lo que al principio se canta a viva voz se va atenuando, las estrofas van quedando anudadas en la garganta.
Hasta el más bravo se quiebra ante el peso de la historia. ¿Cómo no llorar si este ejército de amigos está pisando el mismo suelo sanmartiniano a, exactamente, 201 años de esa gesta? Imaginar ese momento, pensar en el esfuerzo y la lucha ¿Cómo no agradecer por la invaluable oportunidad de recrearlo?

V

Estábamos llegando al límite, a esa línea imaginaria que nos divide y una comitiva llega en espejo desde Chile. Hay abrazos y gritos, muchas banderas que se cruzan al viento. Y en el medio de la nada, en la cordillera misma, aparecen las estrofas del Himno Nacional Argentino. El ambiente se enciende, se Viva a la patria y a los generales, se Viva a la Argentina y a Chile. Yo también Vivé a mis padres, a mi familia y a mis hijas. Y seguí llorando.
El regreso tiene un sabor distinto, la anticipación por transmitir la historia, las ganas de retener cada detalle y, sobre todo el hambre, ayudan desandar rápido el camino hacia las carpas. El quinto día repite valles y ríos y el paisaje parece propio, ya un ambiente nuestro y conocido.
Pero aún queda el Paso de la Honda, volver a cruzar los Andes, en esa interminable cuesta que se roba el aliento de los caballos más desprevenidos. Dos horas de ascenso entre nubes y lajas, algún cóndor viajero que acecha y nuevamente la cumbre, esa vista perpetua de picos y colores. Allá lejos, el más alto, comandando el ejército de cerros mendocinos, otra vez el Aconcagua mirándonos de frente. No hay postal como aquella, y no hay grapa mejor que la de Pepe para premiar ese esfuerzo. ¡Salud!

VI

Bajar la Cuesta de Honda hoy es fácil, otros tiempos fueron los temidos, el nuevo camino trazado por Diego relaja todas las tensiones.
El campamento del río Las Leñas, primera y última noche, me trajo cierta nostalgia, la despedida de los Andes, del cielo enorme, del ‘Cicatriz’, mi peludo confidente, creo que a la cordillera le pasó lo mismo, esa noche diluvió.
Me llevo muchos recuerdos, fotos mías y ajenas, varios corazones amigos, la satisfacción enorme de haberlo logrado y el reconocimiento eterno a nuestro libertador San Martín. Los Andes y mi felicidad.
“…San Martín, San Martín, que tu nombre, honra y prez de los pueblos de Sur, asegure por siempre los rumbos de la patria que alumbra tu luz…”
¡Viva la Patria!

Related Articles

Post your comments

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Decano de la U.T.N Tierra del Fuego:
Ing. Mario Félix Ferreyra
Vicedecano de la U.T.N Tierra del Fuego:
Ing. Francisco Álvarez
Director de la Radio de la U.T.N. Tierra del Fuego:
Carlos Alberto Clark
Fecha de Fundación de la Radio: 1 de marzo de 2012
Domicilio legal de la emisora: Sabatini 55 Planta Alta
Ciudad: Rio Grande Provincia: Tierra del Fuego
Teléfono Fijo: (02964) 432528 (int. 158)
Celular del Director: (02964) 15413788
Celular de la Radio: 02964 -15544394
E-mail del director: cclark@frtdf.utn.edu.ar
E-mail de la radio: radiouniversidadrg@gmail.com
Frecuencia de la emisora: 93.5 Mhz
Resolución definitiva: Nº 0821-AFSCA/15
Nombre Fantasía: La Tecno
Sitio Web: www.radiouniversidad.com.ar
publicidad