En una época donde el poder se demostraba en el mar, hace más de 250 años, precisamente el 10 de enero de 1765 partió desde Cádiz, España la fragata mercante española “Purísima Concepción”. Su destino era Lima, para lo cual la nave debía rodear el continente por el extremo sur y subir por el Pacífico. Luego de encallar entre rocas en la costa atlántica de Tierra del Fuego sus tripulantes, cerca de 200, abandonaron la embarcación y se dirigieron a la costa. Todos sobrevivieron y convivieron casi tres meses con pobladores indígenas, entre precarias barracas, y con el objetivo de llegar a Buenos Aires, recuperaron parte de la embarcación para construir otro navío.
Esta historia que parece digna de una novela inglesa del siglo XVIII es la que intenta recuperar Dolores Elkin, arqueóloga e investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), quien lidera una investigación destinada a buscar los restos del naufragio y del campamento donde se establecieron los casi 200 sobrevivientes de la tragedia.
Motivada por una historia que la atrapó desde un principio, Elkin hace un repaso del naufragio: “Si uno piensa que sobrevivieron todos los tripulantes, que convivieron pacíficamente con los indígenas durante los casi tres meses que permanecieron en Tierra del Fuego, y que además construyeron un nuevo barco en el que pudieron regresar a Buenos Aires, es evidente que no se trata de un naufragio más. Es una historia de esas que da gusto conocer, y la intención fue traerla a la luz por medio de esta investigación”.
Junto a Elkin, forman parte del grupo de investigación, Martín Vázquez, arqueólogo del CONICET en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), Francisco Zangrando, investigador independiente del CONICET en el CADIC y Ricardo Vera, personal de apoyo del Centro Nacional Patagónico (CENPAT), timonel, patrón de yate y buzo profesional, clave en las tareas de apoyo logístico náutico y de buceo durante el trabajo de campo. También participaron en el proyecto otros investigadores argentinos del INAPL, especialistas de Inglaterra y Estados Unidos, y varias personas que colaboraron con el apoyo logístico terrestre.
Al trabajo de campo que duró aproximadamente 10 días se le suma una investigación desde hace más de dos años de documentos históricos, como el diario de viaje de la embarcación, y otras fuentes. En referencia al trabajo en equipo, Elkin expresa que: “Es fundamental porque cada uno aporta aquello en lo que tiene más experiencia y todos aprenden de todos. Siempre hay un enriquecimiento”.
Sumergirse en la historia
“Uno habitualmente piensa en naufragios pero puede haber cualquier tipo de restos culturales bajo el agua. Durante el trabajo de campo se hizo esencialmente sólo arqueología, con la particularidad de que se trabajó en tierra y en el agua y que se utilizaron técnicas de búsqueda poco comunes en la arqueología argentina”, expresa Elkin, especialista en arqueología subacuática que es el estudio del pasado humano a través de restos materiales que se encuentran sumergidos -en cualquier tipo de agua-.
Para la búsqueda submarina se utilizó un magnetómetro, el cual se remolca desde una embarcación y permite detectar la presencia de metales ferrosos con el objetivo de localizar los cañones de hierro que llevaba a bordo el Purísima Concepción, Esta herramienta está vinculada a un GPS de alta precisión y a un software que permite procesar toda la información magnética, siempre de manera georreferenciada.
“La búsqueda submarina realizada con equipos de sensoramiento remoto arrojó importantes anomalías magnéticas compatibles con un conjunto de cañones de hierro tales como los que llevaba a bordo el Purísima Concepción. Esta evidencia, sumada a una serie de fragmentos cerámicos, balas de cañón y otros materiales dispersos a lo largo de la zona intermareal, indica lo que muy probablemente sea el lugar donde ocurrió el naufragio”, sostiene Elkin.
El trabajo en tierra
Las excavaciones en tierra, por otra parte, revelaron un conjunto de artefactos que sugieren interacción entre individuos europeos y pueblos originarios, en lo que casi con seguridad constituye el lugar donde se estableció el campamento de los náufragos. “Recuerdo una frase del diario de viaje que dice que los indígenas antes hacían puntas de flecha de piedra y que cuando llegaron los náufragos las empezaron a hacer con vidrio”, remarca Elkin.
Luego de la campaña empieza un trabajo interdisciplinario con las áreas de conservación para estabilizar los materiales arqueológicos recuperados, y de química, para conocer la composición de algunos de ellos. En el laboratorio lo principal es la conservación, sobre todo con aquellos materiales que provienen de un medio marino ya que son especialmente vulnerables a la adaptación al nuevo medio. En el caso de los materiales del Purísima Concepción esto se realizará en el CADIC, aunque algunas piezas ya se han conservado en el laboratorio del INAPL por parte de la especialista Gabriela Ammirati.
“En cuanto al trabajo arqueológico en sí, en el laboratorio lo habitual es realizar inspecciones a “ojo desnudo” y con lupa o microscopio para determinar características generales y comenzar a interpretar qué nos dicen de las personas asociadas a ellos. Para eso también se procesa la información espacial, es decir dónde se encontró cada cosa, asociada a qué otra, etc”, explica Elkin.
Cómo sigue la historia
Luego vienen una serie de análisis más especializados con determinados materiales. De momento se prevé realizar un análisis de composición de la cerámica para intentar corroborar que fue fabricada en España, de donde procedía el Purísima Concepción. También se harán estudios metalográficos con muestras de una de las balas de cañón, para intentar establecer el origen geográfico del mineral utilizado en la fundición. Esto se realizará en el laboratorio de materiales de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, a cargo del doctor Horacio De Rosa.
Las próximas investigaciones que serán realizadas por el actual equipo y especialistas de España permitirán confirmar estos promisorios resultados y proyectar etapas futuras de trabajo.
La expedición fue principalmente financiada por The National Geographic Society, complementada con apoyo de instituciones gubernamentales de Argentina, así como de sponsors privados.
“Principalmente el mayor desafío a futuro es conseguir fondos suficientes como para hacer un nuevo trabajo de campo, tanto en agua como en tierra en los lugares que ya hemos identificado, y que puedan participar investigadores españoles. La convención de la UNESCO para la protección del patrimonio cultural subacuático, de la cual Argentina y España son estados parte, impulsa la cooperación internacional cuando existe un barco histórico naufragado en las aguas de un país y cuya bandera era de otro país. El caso del Purísima Concepción es ideal para poner en práctica esta cooperación, que será beneficiosa en todo sentido”, sostiene Elkin.
FUENTE: CONICET
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