De la mano del Rotary Club Río Grande y con la colaboración de la Facultad Regional Tierra del Fuego de la UTN, el sábado 7 de septiembre a las 21:00 se llevará adelante una Velada Solidaria y Artística.
Río Grande.- El Rotary Club Río Grande y la Facultad Regional Tierra del Fuego de la Universidad Tecnológica Nacional, invitan a la comunidad a participar de la «Velada Solidaria y Artística en Grande», la que se llevará adelante en el Gimnasio Blanco de la casa de altos estudios, sita en calle Islas Malvinas 1650 de esta ciudad.
El evento tiene como objetivo primordial el de recaudar fondos para obras comunitarias en la que el Rotary tiene presencia permanente.
Los artistas que se presentarán son Alejandro Mansilla, La Cruza Folk, Los Orejanos y Tinta Roja. Además, y como broche de oro, hará su presentación oficial Agustina Piaggio, la flamante Campeona Mundial de Tango 2019.
La velada se llevará adelante el sábado 7 y dará comienzo a las 21:00. El Bono Contribución para concurrir tiene un valor general de $200.-
Justamente el presidente de la institución rotaria, Prof. Miguel Vázquez, visitó los estudios de Radio Universidad (93.5 MHZ) en el programa ‘Tango en Grande’ donde brindó detalles de las distintas actividades que lleva a cabo el Rotary Club Río Grande en beneficio de la comunidad, especialmente a distintos comedores comunitarios, campañas de factores de riesgo para la salud y de colecta de ropa, calzados y otros elementos para los grupos más vulnerables.
“Nuestros cuerpos se entienden mejor porque no hablamos el mismo idioma”
Cómo relató Clarín la velada estelar: Ella es fueguina y él es ruso. Ahora, ambos viven en Moscú. El 2×4 hizo que sus caminos se cruzaran en Roma. Esta semana cumplieron el sueño de quedarse con el título.
Ella nació en Tierra del Fuego, estudió en Buenos Aires y se fue a trabajar a Japón. Él llegó al mundo en Rusia Central, a los 22 se mudó a San Petersburgo y hace poco abrió una escuela en Moscú. Parecía que sus destinos nunca iban a cruzarse, pero los caminos del tango los encontraron. Y les permiten dialogar aunque hablen idiomas muy distintos.
Son Agustina Piaggio (28) y Maksim Gerasimov (28), que este martes se convirtieron en los que mejor bailan el tango en la pista a nivel mundial, en el Festival de Buenos Aires. Pasaron menos de 48 horas desde que Fernando Bravo pronunció sus nombres y los invitó al baile de los campeones en un Luna Park repleto. Pero ellos las sienten como si fueran semanas, unas en las que durmieron poco y nada: en este breve lapso les llovieron propuestas internacionales, notas en medios y saludos de -literalmente- todo el mundo.
Pese a eso, hablan con Clarín con humildad, la misma que lo frena a Maksim a la hora de contar sus logros, que son enumerados por su compañera. Y que previene a Agustina de ahondar en las ofertas recibidas después de la gran noche. Esa sencillez que los hizo competir también al día siguiente, en la categoría Escenario, sin dormirse un minuto en los laureles de la noche anterior.
La clave para ellos es la pasión, a la que también le suman disciplina. Maksim incorporó el rigor con apenas cincos años, el día en que su mamá, fan del ballroom, lo «llevó de la mano» a aprender a moverse al ritmo del baile de salón. Las horas que pasó practicando en una escuela de Penza, su pueblo ruso natal, daría pronto sus frutos: fue campeón nacional de esa disciplina a los 7, a los 8, a los 9, los 10 y los 15. Hasta que tantas reglas y restricciones de ese baile lo cansaron, y él las cambió por el tango y su potencial de improvisación. Nunca más volvió.
Agustina también viene de otra danza, en su caso la clásica. Tan acostumbrada estaba a los giros en puntas de pie, que a su primera clase de tango llegó de malla y tutú. Eso fue a los 15. Para cuando terminó la secundaria ya sabía que lo suyo era el dos por cuatro y se mudó a Buenos Aires para estudiarlo en su lugar de origen. A los 21 hizo base en Tokio para bailarlo. Cuatro años después, en 2017, se quedó sin compañero. Y apareció Maksim.
Río Grande.- El Rotary Club Río Grande y la Facultad Regional Tierra del Fuego de la Universidad Tecnológica Nacional, invitan a la comunidad a participar de la «Velada Solidaria y Artística en Grande», la que se llevará adelante en el Gimnasio Blanco de la casa de altos estudios, sita en calle Islas Malvinas 1650 de esta ciudad.
El evento tiene como objetivo primordial el de recaudar fondos para obras comunitarias en la que el Rotary tiene presencia permanente.
Los artistas que se presentarán son Alejandro Mansilla, La Cruza Folk, Los Orejanos y Tinta Roja. Además, y como broche de oro, hará su presentación oficial Agustina Piaggio, la flamante Campeona Mundial de Tango 2019.
La velada se llevará adelante el sábado 7 y dará comienzo a las 21:00. El Bono Contribución para concurrir tiene un valor general de $200.-
Justamente el presidente de la institución rotaria, Prof. Miguel Vázquez, visitó los estudios de Radio Universidad (93.5 MHZ) en el programa ‘Tango en Grande’ donde brindó detalles de las distintas actividades que lleva a cabo el Rotary Club Río Grande en beneficio de la comunidad, especialmente a distintos comedores comunitarios, campañas de factores de riesgo para la salud y de colecta de ropa, calzados y otros elementos para los grupos más vulnerables.
“Nuestros cuerpos se entienden mejor porque no hablamos el mismo idioma”
Cómo relató Clarín la velada estelar: Ella es fueguina y él es ruso. Ahora, ambos viven en Moscú. El 2×4 hizo que sus caminos se cruzaran en Roma. Esta semana cumplieron el sueño de quedarse con el título.
Ella nació en Tierra del Fuego, estudió en Buenos Aires y se fue a trabajar a Japón. Él llegó al mundo en Rusia Central, a los 22 se mudó a San Petersburgo y hace poco abrió una escuela en Moscú. Parecía que sus destinos nunca iban a cruzarse, pero los caminos del tango los encontraron. Y les permiten dialogar aunque hablen idiomas muy distintos.
Son Agustina Piaggio (28) y Maksim Gerasimov (28), que este martes se convirtieron en los que mejor bailan el tango en la pista a nivel mundial, en el Festival de Buenos Aires. Pasaron menos de 48 horas desde que Fernando Bravo pronunció sus nombres y los invitó al baile de los campeones en un Luna Park repleto. Pero ellos las sienten como si fueran semanas, unas en las que durmieron poco y nada: en este breve lapso les llovieron propuestas internacionales, notas en medios y saludos de -literalmente- todo el mundo.
Pese a eso, hablan con Clarín con humildad, la misma que lo frena a Maksim a la hora de contar sus logros, que son enumerados por su compañera. Y que previene a Agustina de ahondar en las ofertas recibidas después de la gran noche. Esa sencillez que los hizo competir también al día siguiente, en la categoría Escenario, sin dormirse un minuto en los laureles de la noche anterior.
La clave para ellos es la pasión, a la que también le suman disciplina. Maksim incorporó el rigor con apenas cincos años, el día en que su mamá, fan del ballroom, lo «llevó de la mano» a aprender a moverse al ritmo del baile de salón. Las horas que pasó practicando en una escuela de Penza, su pueblo ruso natal, daría pronto sus frutos: fue campeón nacional de esa disciplina a los 7, a los 8, a los 9, los 10 y los 15. Hasta que tantas reglas y restricciones de ese baile lo cansaron, y él las cambió por el tango y su potencial de improvisación. Nunca más volvió.
Agustina también viene de otra danza, en su caso la clásica. Tan acostumbrada estaba a los giros en puntas de pie, que a su primera clase de tango llegó de malla y tutú. Eso fue a los 15. Para cuando terminó la secundaria ya sabía que lo suyo era el dos por cuatro y se mudó a Buenos Aires para estudiarlo en su lugar de origen. A los 21 hizo base en Tokio para bailarlo. Cuatro años después, en 2017, se quedó sin compañero. Y apareció Maksim.
«La pregunta no es cómo nos conocimos, sino quién nos presentó», dice ella entre risas. La celestina de baile fue una docente, que les vio futuro como pareja de baile y les propuso bailar en un espectáculo en Roma, el lugar al que todos los caminos conducen incluso si, como ellos, se nació en la otra punta del planeta, a 15.000 kilómetros de distancia. «El pasaje desde Tokio me salió una fortuna, pero fui igual», recuerda Agustina. Tuvieron sólo dos días para ensayar juntos, pero el debut fue exitoso. Con la pareja de baile formada, ella se mudó en marzo del año pasado a Moscú, donde él vive junto a su esposa, Natasha, y pronto también con su hijo, que nacerá en octubre.
Agustina no habla ruso. Maksim habla muy poco de español e inglés. El código en común es entonces el tango. «Tenemos la sensación de que los cuerpos se entienden mejor justamente porque no hablamos el mismo idioma. Desarrollamos la telepatía, nos escuchamos de otra manera», observa ella. «Así creo que nos entendemos mejor», resume él. A entender mejor el tango en sí, en cambio, los ayudaron sus estadías en Buenos Aires.
«Recién cuando llegué acá pude sentir bien el tango», reconoce él, que compitió en cinco mundiales en la Ciudad, dos con Agustina. Algunas de esas participaciones se dieron después de que ganara en Rusia y, luego, en Europa. Experiencias importantes, pero incomparables, según ambos, a la experiencia porteña. «Bailar en el Luna Park es distinto a hacerlo en cualquier otro lugar de Buenos Aires, y del mundo. Las emociones son distintas», agrega Maksim.
«La pregunta no es cómo nos conocimos, sino quién nos presentó», dice ella entre risas. La celestina de baile fue una docente, que les vio futuro como pareja de baile y les propuso bailar en un espectáculo en Roma, el lugar al que todos los caminos conducen incluso si, como ellos, se nació en la otra punta del planeta, a 15.000 kilómetros de distancia. «El pasaje desde Tokio me salió una fortuna, pero fui igual», recuerda Agustina. Tuvieron sólo dos días para ensayar juntos, pero el debut fue exitoso. Con la pareja de baile formada, ella se mudó en marzo del año pasado a Moscú, donde él vive junto a su esposa, Natasha, y pronto también con su hijo, que nacerá en octubre.
Agustina no habla ruso. Maksim habla muy poco de español e inglés. El código en común es entonces el tango. «Tenemos la sensación de que los cuerpos se entienden mejor justamente porque no hablamos el mismo idioma. Desarrollamos la telepatía, nos escuchamos de otra manera», observa ella. «Así creo que nos entendemos mejor», resume él. A entender mejor el tango en sí, en cambio, los ayudaron sus estadías en Buenos Aires.
«Recién cuando llegué acá pude sentir bien el tango», reconoce él, que compitió en cinco mundiales en la Ciudad, dos con Agustina. Algunas de esas participaciones se dieron después de que ganara en Rusia y, luego, en Europa. Experiencias importantes, pero incomparables, según ambos, a la experiencia porteña. «Bailar en el Luna Park es distinto a hacerlo en cualquier otro lugar de Buenos Aires, y del mundo. Las emociones son distintas», agrega Maksim.
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