Editorial de Fabio Seleme (*)
Ningún lugar mejor que la meseta central santacruceña, sometida a partir de la actividad extractiva a un proceso intenso de erosión y desertificación, para pensar en el principio de una potencial economía política del residuo. Y nada mejor que una obra de arte financiada por una multinacional en medio de la estepa roída por el viento y la arena de la periferia del mundo para leer ese principio expuesto en signos materiales organizados estéticamente.
El punto privilegiado del que hablamos se halla a la orilla de la ruta provincial 43 en el acceso oeste a Pico Truncado. En medio de una inmensa zona geográfica cuyo paisaje se ve geometrizado por las redes eléctricas que alimentan el picoteo autómata e indiferente de cientos de cigüeñas petroleras se erige el Bridasaurio del comodorense Carlos Regazzoni.
Se trata de una serie de desechos metálicos de la industria petrolera (trépanos, cadenas, tambores, bridas, válvulas, cadenas, etc.) que mediante soldaduras articulan una superposición de encadenamientos miméticos objeto/órgano para recrear figuradamente un ejemplar de dinosaurio. Especie animal oportuna y afortunadamemte extinta para la industria que la honra. Esta crucial relación simbiótica entre la industria (Bridas Corporation) y el monumento, se oculta en el nombre oficial de la obra (Patagonius Saurius) y se devela en la mordaz denominación popular, que elegimos, por esa razón, para señalarlo.
En la escultura en cuestión, la circularidad de los sentidos se multiplican entre lo que está bajo tierra y lo que sale a la superficie: la obra de Regazzoni valoriza artísticamente los residuos de la industria que extrae los residuos valorizados de los dinosaurios que, con su entorno orgánico, quedaron atrapados en celdas geológicas donde el tiempo los transformó en el aceite de piedra todopoderoso.
La obra en definitiva entrona la circularidad y los residuos, o la positiva circularidad de los residuos. El dinosaurio es solo la forma por donde circula la dinámica que viene a demostrar la relatividad histórica de las catástrofes, a partir de la ligazón corpórea en la obra entre extinción y energía, entre residuo y valor. La dimensión estética de la obra da paso así en un primer plano a la función ideológica, escenificando la utopía esquizofrénica de la economía circular donde se cerrarían en bucles los flujos económicos y ecológicos.
En el Bridasaurio los desechos mortales representan vida y animan el retorno vital singular de lo irremediablemente muerto, a tal punto que lo vivificado se reproduce irónicamente en dos pequeñas crías que el artista puso debajo del oxidado adulto de cuatro metros de alto, diecisiete de largo y tres de ancho. Profecía de reminiscencia jurásica que densamente ensamblada abre sus impotentes fauces (de depredador en un ambiente ya absolutamente depredado) mirando al norte, a quien parece ofrecer su orbicular operación de sentido.
Sólo ideológicamente (es decir de manera falsa y funcional) los residuos son un problema en el capitalismo de consumo. Y para más apariencia invertida, un problema con solución: la economía circular. Pero de manera real los residuos son la solución del capitalismo actual. Tómese en cuenta que desde que la demanda natural de bienes se estancó hace ya varias décadas, la salida capitalista ha sido cada vez más producir y exacerbar la demanda, para sostener la producción de bienes en el otro extremo y expandir el incremento del valor. Ese incremento del valor requiere, entonces, el pasaje acelerado de productos por el consumo para sostener el procesamiento de recursos en la producción de bienes. Ambos extremos se cierran sobre la significativa necesidad de agotamiento de materiales y la generación infinita e insustentable de residuos.
Obra de transustanciación mágica de la chatarra en arte, y del arte en residuo industrial. El Bridasaurio de Regazzoni viene a intervenir así en el universo fantasmático de la ideología, fetichizando la basura y las ficciones de las ecuaciones energéticas equilibradas que cierran ciclos sin gasto ni carbono detrás de reciclajes, reducciones o reutilizaciones tan socialmemte infantilizantes como imaginarias y falaces.
Ceremonia de purificación estéril y mutante de lo corroído y de rehabilitación aglutinada e inerte de lo extenuado. El Bridasaurio se erige en centro del desierto como el desierto mismo del exceso de las cosas, con su fantasía de disipación remanental y circulación completa, de utilidad a cualquier precio en el vacío del espacio desolado en el que nosotros, los cuerpos vivos, parecemos los verdaderos residuos sobrantes.
(*) Docente de la UTN y la UNPA
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