José Gabriel del Rosario Brochero nació el 17 de marzo de 1840 en Villa de Santa Rosa, en las márgenes del río Primero, al norte de la provincia de Córdoba. Sus padres fueron doña Petrona Dávila y don Ignacio Brochero. Justamente en Río Grande, la comunidad parroquial devota del santo cordobés, realizó una Santa Misa en recuerdo de su natalicio en la parroquia en construcción de Chacra XI.
Río Grande.- El Padre Guillermo Romano encabezó una Santa Misa por el natalicio del ‘Cura Brochero’ a 181 años de su nacimiento.
El oficio religioso se hizo en la capilla en construcción, que ya comenzó su techado, donde el sacerdote recordó la figura del santo.
Brochero fue bautizado al día siguiente en la parroquia de Santa Rosa. Bromeando sobre el día de su bautismo decía que “de nacimiento era bien conformado y lindo de rostro pero como nací en un día de lluvia cerca de Santa Rosa en un lugar llamado Carreta Quemada, al llevarme al otro día a bautizar sobre una yegua negra, por el mucho barro la yegua resbalaba y en uno de esos tropiezos en que casi rodamos fue tal mi sobresalto que del susto y terror se me contrajo la cara y me quedo así de ahí en adelante”.
A los 16 años, el 5 de marzo de 1856, el joven Brochero ingresa en el seminario de Loreto en la ciudad de Córdoba. Por aquel tiempo los seminaristas estudiaban en el Seminario latín y otras disciplinas eclesiásticas, pero las demás asignaturas debían cursarlas en las aulas de la Universidad de Trejo y Sanabria. Es en esa alta y prestigiosa casa de estudios donde Brochero tendrá por camaradas y conquistara su indeclinable amistad a personas luego destacadas como el doctor Ramón Cárcano, gobernador de Córdoba y primer biógrafo de Brochero.
Durante sus años de seminarista en Córdoba, Brochero conoce y concurre a la Casa de Ejercicios que dirigían los jesuitas. Experimenta personalmente la eficacia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y colabora eficazmente con los sacerdotes que los dirigen. Así muy pronto, con la autorización de sus superiores y muy de su agrado fue «doctrinero» y «lector» durante los Ejercicios, es decir, el brazo derecho del sacerdote responsable de los mismos. Al respecto informará luego el padre Bustamante que Brochero como «doctrinero» era habilidoso y «cumplía con los hombres rudos con toda la paciencia y a las mil maravillas».
El 16 de julio de 1862 Monseñor José Vicente Arellano, obispo de Córdoba, confiriole la tonsura y al día siguiente las cuatro órdenes menores. Cuatro años después, el 4 de noviembre de 1866, el mismo prelado le confiere el sacramento del Orden Sagrado. Los tres primeros años de su sacerdocio los transcurre Brochero en la ciudad de Córdoba, desempeñándose como teniente-cura de la iglesia catedral.
A fines de 1867 despuntaba en Córdoba el primer brote del terrible cólera que segó más de 4.000 vidas en poco tiempo. Fueron aquellos, días de terrible aflicción, de pánico y mortandad nunca vistos en la capital y en toda la provincia. Dura ocasión que acicatea y pone a prueba el celo incoercible del joven sacerdote que se prodiga enteramente, jugándose sin miramientos la salud y la vida en favor de sus prójimos.
Un testigo del horrendo flagelo lo constata: «Brochero abandonó el hogar donde apenas había entrado para dedicarse al servicio de la humanidad doliente y en la población y en la campaña se le veía correr de enfermo en enfermo, ofreciendo al moribundo el religioso consuelo, recogiendo su última palabra y cubriendo la miseria de los deudos. Este ha sido uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida».
El 18 de noviembre de 1869 José Gabriel Brochero es designado cura del departamento de San Alberto, al otro lado de las sierras grandes. San Pedro era la cabecera departamental. Allá llega Brochero, después de tres días de viaje en mula a través de las sierras; pero después de un tiempo y por voluntad personal, se radicó definitivamente en la Villa del Tránsito, hoy Villa Cura Brochero. Su curato era inmenso: unas 500 leguas de valles y serranías.
Después de treinta años de párroco en las sierras, el obispo de Córdoba, Fray Reginaldo Toro, nombra a Brochero canónigo de la iglesia catedral para que disfrute de un necesario descanso y reponga su quebrantada salud. El 12 de agosto de 1898 Brochero presta juramento como canónigo. Pero el 1 de septiembre de 1902 se hará nuevamente cargo de su querida parroquia, previa renuncia de la canonjia. (Dicen que al despedirse de sus ilustrísimos colegas, quitose rápido la muceta, como si le molestara y la entregó con gracia, diciendo: «Este apero no es para mi lomo». Y según otro testimonio, habría luego añadido: «Ni esta mula para este corral»).
Salvo los tres años en los que se desempeñó como canónigo de la catedral de Córdoba, Brochero vivirá siempre en su curato serrano: Más de cuarenta años predicando el Evangelio con la palabra y el ejemplo y contribuyendo como ningún otro al progreso de aquella zona aislada y preferida !. En 1887 terminó e inauguró solemnemente la Casa de Ejercicios en la Villa del Tránsito. El 2 de febrero de 1880 se bendijo el flamante Colegio para niñas que Brochero confió a las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. Estas dos construcciones le reportaron muchas fatigas y molestias. Pero Brochero no era hombre para dejarse vencer por nadie, ni siquiera por el diablo (Cuando el 15 de agosto de 1875 Brochero bendijo la piedra fundamental de la Casa de Ejercicios, dicen que alzando una gran piedra y arrojándola estrepitosamente al pozo ex profeso preparado, dijo: «Te fregaste, diablo!»).
El 2 de febrero de 1908, casi ciego y sordo, achacoso y con el imperdonable mal de Hansen (lepra) a flor de carne, renunció a su parroquia, imposibilitado de atenderla. Con admirable resignación abrazó la pesada cruz con que Dios quiso probar su trabajosa ancianidad. Sus últimos años fueron cátedra elocuente de acrisolada virtud. Entregó piadosamente su alma el 26 de enero de 1914 en su Villa del Tránsito. Sus restos, por deseo suyo, descansan en la capilla de la Casa de Ejercicios. Quiso yacer allí para que los ejercitantes lo pisaran y rogaran por él. En la losa, blanca y simple, que perpetua su nombre, hay esta breve inscripción, síntesis de su vida y de su obra.
Fuente de los comentarios:
(1) «Don Quijote por las sierras de Córdoba» Semblanza del Siervo de Dios Pbro. José Gabriel Brochero, Néstor Alfredo Noriega, 1995.
(2) El cura Brochero Efrain U. Bischoff, Librería Cervantes, Córdoba, 1953.
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