Se trata de un emprendimiento riograndense dedicado a la confección a medida de lencería íntima, para mujeres y disidencias, en talles reales, como así también estándar. Detrás del mismo, hay una mujer de 36 años, que, tras sufrir la discriminación por su obesidad, comenzó un cambio de vida, con una fuerte historia familiar, donde se conjugan el amor propio, la fuerza de voluntad, y porque no, el activismo gordo.
(Por Lorena Uribe) Norma Joahnnesen es una tandilense de 36 años, emprendedora actualmente, aunque, en algún momento estuvo dedicada al estudio de Contaduría. En su niñez, junto a su padre –integrante de la Fuerza Aérea- y sus hermanos, debieron radicarse en Río Grande, lugar en que finalmente echaron raíces, y se arraigaron.
A los 18 años, Norma conoció a su pareja, y padre de su hija. Orgullosa admite que es su primer novio y el hombre que hoy la acompaña, no sólo en la vida, sino en a cumplir sueños y objetivos.
Unos años más tarde, llegó la convivencia y con ello, la llegada de una pequeña hija. Norma dice, “el embarazo fue feo”, y ahí, nos detenemos. No fue feo por no deseado, sino “llegué a pesar 154 kilos embarazada, no sé si más porque la balanza ya no me pesaba, y después el médico ya no me dijo. Siempre pese más o menos 140-144, y ahora peso 98, estoy chocha”, sonríe y baja la mirada mientras lo dice.
Norma no se da cuenta de la cantidad de personas que quisieran tener esa fuerza de voluntad para bajar de peso, pero no a través de una dieta, sino como un modo de vida.
“Siempre fui la gordita sana”. No hay cuestiones genéticas, sin embargo, sin tapujos, la joven expresa, “es emocional”.
¿Por qué lencería XXL, o más?
“No tengo ninguna amiga como yo, son todas flacas, ninguna es como yo. Y dije, lo voy a hacer y sabía que la salida iba a estar ahí. Yo viví que te digan esto sale este precio por el tamaño, y me la tenía que bancar, conseguía cosas feas, y cuando yo me hacía mis remeras y me adaptaba a mi remera, porque veía una remera con un cuello re grande, como si la gorda tuviera la cabeza gorda también”, cuenta, se ríe y explica que así, comenzó a coser su propia ropa, aunque no contaba que lo hacía, por vergüenza y la cantidad de veces que había sido discriminada por su talla.
“Me paso que siempre usé de corpiño talle 120, y la bombacha, vedetina o culote, no coincide el tamaño”, ese fue el momento en que comenzó a coser y hacer los que “las chicas me dicen, por eso empecé a hacer sets de 3 o cuatro piezas, y un corpiño lo puede usar con otras bombachas”, explica respecto de porque se inclinó por la confección de lencería en tamaños reales, pero también tamaños estándar.
Satisfacer a las clientas….también clientes
De este modo, Norma comenta de que va su emprendimiento y se le ilumina el rostro cuando habla de lo que sucede con las clientas y clientes cuando usan sus prendas y le muestran como les queda: “quien viene ya ve las telas y se imagina algo, con esta tela, con esta puntilla, más cavado y eso yo veo que no te lo da nadie. Además, está muy presente la vergüenza, por parte de quien atiende, en este caso yo, no me río porque lo viví”, y la discriminación vuelve a estar presente en esta historia.
En los últimos días confeccionó una tanga para hombre, y fue todo un desafío, debió buscar moldería y adaptarse a este nuevo pedido, se encontró hablando de un tema del que desconocía, pero asegura que lo hizo con gusto
Amor propio, activismo gordo y feminismo
Lo más curioso de Norma es que cuando habla, lo hace en clave feminista, aunque aún no sabe si lo es o no. Tampoco se considera una activista y menos influencer, de hecho, sus cuentas en redes sociales son privadas, sin embargo, dice: “leo mucho sobre gordofobia, activismo gordo, y las activistas que yo sigo, me ayudan a pensar de otra manera. El amor propio, la aceptación de tu cuerpo, por ejemplo. Ayer leía y trataba de no equivocarme porque una chica publicó “si yo puedo vos podes” y me cerro la boca, porque yo no podía, a mí me pasaron un montón de cosas que me llevaron a subir de peso”, relata.
“Sentir que mi mamá no me quería, ese era mi gran problema”
Norma aseguró que su obesidad “era emocional”, y sin dobleces, menos vergüenza, contó a Tarde pero Seguro, que sucedió para que ella llegara a pesar 144 kilos.
Hace tres años atrás, la vida Norma dio un giro de 180 grados, cuando su madre, a quien no veía hace varios años, vino a visitarla justo para su cumpleaños, que casualmente es este 2 de julio.
“Vengo de una familia que mis papás están separados, mi mamá está en Tandil y logré superarlo hace 3 años, cuando dije, hoy perdono y arranque por ahí. Problemas tenemos todos, pero cuando estamos mal, dejamos que nos influya mucho y nos olvidamos nosotros mismos. Sentir que mi mamá no me quería, ese era mi gran problema”.
Mientras se toma un mate, comenta: “no sé si soy un ejemplo porque eso va a pasar si dentro de 10 años conservo este peso, y las energías me salen solas”, para ir al gimnasio en doble turno y seguir “aprendiendo a comer”, tal como lo calificó.
Las redes sociales
Hay días en que Norma, en su cuenta personal de Instagram publica fotos en el gimnasio, fotos saliendo a andar en bici, fotos de su antes y su después, artículos vinculados a la gordobofia, pero jamás consejos, porque su historia personal es de ella, propia, y la receta que funciona para unas, no funciona para otras.
“A veces siento que soy molesta publicando tantas cosas pienso que canso a los demás, y no es mi idea, mi cuenta es privada”, y agrega que cuando sus seguidores y seguidoras la alientan o piden recomendaciones, “entiendo porque yo hace años atrás no sé cuántos, siempre creí, como siempre digo que iba a morir gorda que no había opción para mí, como que ya estaba todo perdido”.
“Las miradas, al ir al gimnasio y me sigue pasando”, vivir la discriminación y “no es que no me importa, sino que no me frena, siento miradas o las veo”, asegura, mientras baja la mirada, pero vuelve a poner la frente en alto, porque sabe de su esfuerzo y voluntad.
¿Qué más paso para hacer el clic y cambiar de vida?
Consultada sobre qué otras motivaciones la llevaron a dar este giro, más allá de perdonar a su madre y seguir adelante y a quien le había contado que iba a comenzar una nueva vida: “no le dije a nadie”, dijo.
“Siempre sentí el desprecio de mi mamá biológica”, pero aquel cumpleaños de hace 3 años atrás, después de una situación familiar complicada, la madre de Norma se marchó y le dejó de regalo, un pañuelo colgado de una silla.
Cuando Norma tomó el pañuelo rosado, se lo acercó al rostro, y así percibió “el olor a mi mamá”, explica. “Ahi dije, vamos a perdonarla a ver qué pasa. Pero fue todo pensamiento mío, me encontraba sola ahí, pero ahí tuve valor. Siempre he tenido a mi papá, a mis amigos, mis hermanos, pero siempre esperas ese llamado”.
“Me das plata para ir al gimnasio”, le dijo a Mariano, su compañero, que siempre le dijo que haga alguna actividad, aunque nunca como una exigencia y ella lo valora.
El primero en ayudar fue su sobrino, dedicado al fisicoculturismo, quien le armo una dieta que la llevó a bajar unos 7 kilos, “y yo feliz”. Con el correr del tiempo se dio cuenta que esa dieta no era para ella, “imagínate pesando 140 kilos, y no poder comer pan, o nada, no era saludable”, aseguró.
Luego, pensó “tengo que poder bajar de peso comiendo todo” y así busque una nutricionista infantil, mi hija estaba con sobrepeso y lo empezó a sufrir en la escuela, para sus compañeritos éramos “la familia de los gordos”, ella es una nena que se la re banca, pero si me veía mal, se ponía mal”, explica otro de los motivos que la llevaron a recorrer esta senda en la que se encuentra.
“Íbamos los 3 a la nutricionista, la Doctora Natalí Lobos, a los adultos nos pesaban los jueves, y ella –su hija- una vez al mes, no tenía que bajar, sino mantener y yo empecé a bajar, empecé a aprender a comer. Era difícil porque la nutricionista nos hacía medir la comida, racionar y cuantificar la comida. Medir el helado, los fideos, el vaso de cerveza, y luego con la pandemia no pudimos ir más”, relató.
La actividad física, siempre una aliada
Como complemento a este estilo de vida, Norma le suma la actividad física que es una aliada por excelencia. “A mí siempre me gustó el boxeo, no de competición, después me entere del body combat en Perfil y una chica me dijo “esta re bueno, yo ya baje 25 kilos” y así empecé y las profes siempre me cuidaban, por ejemplo me mostraban como hacer una actividad para no lastimarme las rodillas, por primera vez me sentí cuidada por una persona que no me conocía”, y se muestra sumamente agradecida.
Aprendiendo a no opinar sobre el cuerpo de las personas
Durante la charla surge varias veces la palabra “gorda”, y así, la mujer cuenta: “Por mucho tiempo me molestaba la palabra gorda, porque estaba gorda y todavía lo estoy, siempre fue un insulto, es un adjetivo, sí somos gordos”, lo confirma “pero me molesta que te saluden como “hola gordi, hola gorda”, pero ¡si tenemos nombre!”, se exacerba y comienza a ejemplificar cosas que no hará más: “yo he saludado “hola flacucha” y no da, entonces ahora trato de cambiar a eso, porque ni yo, ni nadie tiene que usar esas palabras de modo despectivo”.
En otro tramo de la charla, se refiere a la crianza que han tenido las personas contemporáneas: “en la escuela, en las familias, los amigos, nos enseñan a ser así. No tenemos que opinar sobre el cuerpo de la gente, esta naturalizado, el ver una persona y opinar, y en realidad no está bueno, y hoy me pregunto porque opine sobre cómo le queda el pantalón en la cola a una amiga”, comenta y sonríe, porque piensa evitar por todos los medios, volver a decir algo sobre el cuerpo de las personas que la rodean.
“El feminsimo por ese lado está poniendo un parate, no sé si es una generación que nos está dando una lección, pero a mí me gusta porque hay gente que es interesante lo que dicen, creo que se crece más libre”, confiesa, pero sigue sin reconocerse de modo real como una feminista.
“No me considero activista gorda tampoco sé si soy feminista, pero apoyo a las mujeres, eso lo tengo claro”, asegura.
Emprendimiento y sueños
Ya casi para culminar, Norma Joahnnesen es preguntada acerca de cuál es su plan en un futuro no muy lejano y rápidamente dice: “No me imagino dejando el emprendimiento, porque tengo clientas desde que empecé, hay mujeres que confiaron en mí y mientras coso la prenda, como yo pase por eso, de no conseguir o conseguir de mala calidad, entonces me encuentro cociendo y poniendo detalles en los lugares donde yo no los tenía, ni los encontraba, entonces, mi proyecto es seguir con el emprendimiento”.
“Lo que más satisfacción le genera son los mensajes de sus clientas, que me digan “me siento cómoda”, “me siento sexy”, entonces pienso, estoy cumpliendo mi sueño”, dice orgullosa.
Por último, la emprendedora, se anima a emitir un consejo a las gordas, “que se animen a pedir lo que quieren, no sólo a mí, cualquier cosa que deseen ponerse, porque sentirse bien, saca lo mejor de vos y un sale a la vida de otra manera, sabes que tenes otra ropa y salís a la vida….empoderada”.
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