Por Isidoro J. M. Aramburu (*)
Una vez más el actual presidente de la Nación, se hizo presente en nuestra provincia sin tomar contacto con las autoridades locales, vulnerando la autonomía que ostenta la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Repite una conducta indecorosa y provocadora hacia nuestro Pueblo, la misma que tuvo cuando hace unas semanas visitó la Base Marambio en el sector antártico argentino y fueguino.
Tanto en aquella oportunidad como en esta, en su alocución omitió nombrar nuestra provincia, tampoco se refirió a la usurpación colonial del Reino Unido de Gran Bretaña y a la lesión a la soberanía argentina en el Atlántico Sur y el sector antártico argentino. Patente queda una deliberada negación a la existencia concreta de la Provincia grande y al grave conflicto que mantienen la República argentina con una potencia que invade nuestra Patria y nuestra provincia.
La reiterada actitud provocadora parece enrolarse en estrategias disolventes, pero ha de saber el unitario Sr. Presidente que nada conmueve la argentinidad soldada al alma del Pueblo fueguino, antártico y malvinero.
Por tal motivo nos vemos obligados a recordar una vez más al Gobierno nacional que está dentro de su responsabilidad, asimilar todas y cada una de las obligaciones que se desprenden de la garantía federal constitucional para con los estados provinciales, entre ellas el respeto y la cortesía institucional que impone coordinar con el gobierno local, una visita oficial presidencial al territorio de la Provincia y obviamente compatibilizar y coordinar en el marco de las distintas competencias, los objetivos políticos de la misma.
El presidente, con su conducta, expresa su desprecio por el federalismo y su falta de respeto hacia las provincias argentinas adoptando una actitud francamente hostil a la autonomía del Estado anfitrión, conducta incompatible con nuestro sistema federal y con las finalidades de paz interior, concordia y unión nacional para la prosperidad y bienestar general que proclama el Pacto federativo argentino. Pasando por alto esa provocación sin precedentes en la historia nacional, lo preocupante es que en su discurso aceptó franca sumisión frente a los poderosos de occidente y una posición geopolítica satélite en perjuicio de los intereses nacionales. Y como si fuera poco, el presidente nos visita acompañado de la General Richardson, de las Fuerzas Armadas norteamericanas, es decir con una importante representante de la potencia que en el marco de la batalla de Malvinas, ayudó y favoreció al imperio colonialista de Gran Bretaña que violentamente usurpa gran parte del territorio fueguino y argentino.
El Presidente rindió honores y agasajó al máximo militar en la región
del imperio cómplice del asesinato de compatriotas y héroes argentinos enterrados en Malvinas y de manera inconsulta con nuestro Pueblo, proclamó desde nuestra Provincia joven y austral, una alianza estratégica con Estados Unidos por supuestos comunes intereses en el Atlántico Sur y la Antártida.
El presidente no comprende que la República Argentina no debe permitir que EEUU se inmiscuya en los asuntos vinculados a la Defensa Nacional, tal es el caso de la eventual utilización de la Base Naval Integrada que ha comenzado a construirse en nuestra Provincia para aumentar el poder disuasivo de la Republica Argentina a través del asentamiento de las tres fuerzas, justamente en el confín austral de la Patria donde el Reino Unido de Gran Bretaña viene ampliando su invasión colonial.
El presidente no comprende que nuestra nación debe mantener distancia de los imperios de todo signo que codician nuestras riquezas, y por eso la Republica Argentina debe fortalecerse, liberarse y formalizar alianzas estratégicas con las naciones hermanas que por historia la ayuden a recuperar la plena soberanía sobre las Islas del Atlántico Sur y el mar adyacente que por derecho le corresponde.
Sin perjuicio de la depredación de recursos que pertenecen a Tierra del Fuego que realiza el invasor pisando el Derecho Público Internacional, el presidente desconoce que Estados Unidos como Inglaterra, necesitan la base de la OTAN instalada en Monte Agradable en las Islas Malvinas, para hegemonizar la proyección Antártica y el control del Mar de Hoces, sin injerencia argentina y mucho menos China.
Torpe y genuflexo, el Presidente toma partido en favor de uno de los imperios belicosos que hoy combaten en el escenario europeo. Con esa actitud sumisa, compromete el futro de nuestro Pueblo y expone y somete a la República Argentina a las consecuencias y vaivenes imperiales de aquel conflicto, en lugar de mantener distancia de todos los imperios que de uno y otro bando disputan el nuevo escenario y orden geopolítico, para aprovechar un contexto mundial multipolar favorable a nuestro desarrollo y liberación de todo potencia extranjera.
El Presidente no tiene conciencia de que la Nación Argentina ha mantenido una histórica tradición neutral frente a los conflictos imperiales de otras naciones y que nuestro país tiene preocupaciones urgentes y necesarias para su fortalecimiento frente a los enormes desafíos por delante, tales como terminar con la pobreza, el endeudamiento externo y el subdesarrollo productivo. Por eso debería prioritariamente focalizarse para impulsar un gran proceso industrializador a través de la nacionalización de la banca para el crédito interno productivo en miras a un programa de sustitución de importaciones y pleno empleo calificado con justicia social.
La experiencia de la civilización, demuestra empíricamente que el sometimiento al sacrificio de los pueblos no conduce a la felicidad. Ello es falso, artilugio liberal capitalista y también marxista, que promete una bonanza para las futuras generaciones que nunca llega. En ese sentido Perón afirma, que los pueblos deben ser persuadidos de la realización de un esfuerzo colectivo justo y razonable, en aras del bienestar general de la comunidad y la grandeza de la Nación.
Una doctrina humanista ejercida por un gobierno que se presente firme ante la presión de los imperios de cualquier signo, defendiendo la independencia, la soberanía y la dignidad de la Nación, y que por otro lado persuade al hombre de que trabajando con abnegación por la realización de la comunidad se realiza integralmente a sí mismo, es una solución universal propuesta por la República Argentina al mundo. (Arts. 38, 39 y 40 de la CN. de 1949).
Esa idea fuerza auténticamente criolla que distinguió con originalidad nuestro carácter hasta 1976 tras una clara vocación nacional de grandeza, sumada a la tercera posición diferente a las ideologías internacionalistas, debe guiarnos hacia una posición equidistante respecto de todo imperio, ya sea EEUU, Inglaterra, Rusia o China.
La actual debilidad de la Republica Argentina es a causa de la falta de visión estratégica y patriotismo de la dirigencia política surgida desde la vuelta a la democracia, de izquierdas a derechas. Cuatro décadas de desaciertos nos han conducido a la contemporánea crisis política, económica y moral que padecemos, esa que ha sumido al Pueblo argentino en la miseria, la frustración y la desesperanza, acicate al fin para seguir ciegamente la actual falsa ilusión de volver al pasado denigrante camuflándolo con ropas nuevas.
Las políticas aperturistas, de libre mercado, especulativas, desreguladores y privatizadoras, calcadas del plan Martínez de Hoz- Cavallo (1976/1982), son las que derrumbaron las chimeneas de la argentina industrialista existente hasta 1976. Su repetición, nada cambiara en el sentido que anhela nuestro Pueblo, al contrario profundizan la involución hacia la colonia, el subdesarrollo, el endeudamiento externo, la pobreza y la criminalidad que nos agobia proporcional a la injusticia social.
Los países inteligentes y prósperos del mundo desarrollan políticas de protección de las industrias nacionales al mismo tiempo que el sistema financiero es puesto al servicio de la producción y no de la especulación. Si destruimos la industria nacional y privilegiamos a los bancos y los negocios financieros propendemos a la pobreza de las mayorías y a la concentración económica en una elite minoritaria.
Se impone entonces luchar por la liberación nacional lo que conlleva el deber de combatir la mentira y afirmar la verdad esencial e histórica de nuestra Nación, que reconoce a un hombre combativo y portador de valores espirituales en la medida que tenga fe en su misión individual, familiar y colectiva. Ese hombre, no encuadra en los esquemas materialistas del individualismo y el totalitarismo y puede convocarse una vez más tras los altos intereses de la Patria, porque como dice la doctrina nacional, cuando los Pueblos se deciden a la lucha, suelen ser invencibles.
De la actual postración, los argentinos saldremos por arriba, con creatividad y fuera del péndulo progresismo-liberalismo que ha consolidado la dependencia de nuestra Patria a través del pensamiento político correcto que impone un sistema educativo colonial.
Esa certidumbre nos exige conciencia de que la actual crisis no se supera con declamaciones o simple voluntarismo, sino que con prudencia activa debemos acompañar la maduración de los hechos que confluyan en la unidad de acción política de los múltiples sectores nacionales que en un contexto internacional favorable, lejos de todo imperio, sin injerencia foránea, con espíritu patriótico superando las diferencias, se encolumnen detrás de un modelo independiente y soberano de desarrollo argentino con equidad social, apoyado sobre la potencialidad de nuestros recursos naturales y humanos.
(*) El Dr. Isidoro Aramburu es Director de Asuntos del Atlántico Sur de la UEJN. Ex Juez de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
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