El panorama sirio es tan complejo que resulta fácil perderse entre los intereses locales y las agendas de las grandes potencias, que han convertido al país en un campo de batalla geopolítico. Los “rebeldes”, nombre de las distintas organizaciones islamistas calificadas como “terroristas” por Estados Unidos y la ONU en su momento, han tomado el poder con el apoyo de Turquía, Occidente e Israel.
En Siria, islamistas comandados por el grupo islamista radical Hayat Tahrir al-Sham entraron en Damasco. La capital siria ha caído en pocas horas y sin resistencia por parte del Ejército. El presidente Bashar al-Assad huyó del país y por el momento se desconoce su paradero. Por su parte, el primer ministro sirio ha dicho estar dispuesto a «cooperar con un nuevo liderazgo que lleve al pueblo sirio hacia un nuevo horizonte». De este modo, ponen fin a cinco décadas de la dinastía Assad.
Que la ofensiva haya tenido a Alepo como objetivo central en su primera parte es particularmente simbólico, porque la ciudad, que llegó a ser el epicentro de la resistencia contra el régimen de Bashar al Asad, encarna tanto las esperanzas como las tragedias del proceso revolucionario sirio.
Entre 2012 y 2016, cuando el este de Alepo se mantuvo fuera del control del régimen, surgió un proceso de autogestión revolucionaria que inspiró a otras zonas liberadas. Se crearon en ese período consejos locales para gestionar servicios básicos como agua, salud o educación, pero también con vistas a sentar las bases de un futuro de Siria con representación popular, y con un papel significativo de las mujeres. Sin embargo, este proceso de experimentación revolucionaria fue frustrado por la intensificación de los bombardeos del régimen sirio y sus aliados ruso e iraní. La agresión incluyó ataques indiscriminados con barriles explosivos y artillería pesada, y el uso del hambre como arma de guerra.
El documental Para Sama, de Waad Al-Kateab, captura muy bien esos «cinco años de amor, muerte y esperanza». También el libro Un país en llamas: Los sirios en la revolución y la guerra, de Leila al Shami y Robin Yassin Kassab, que muestra testimonios de primera mano de combatientes de la oposición, activistas locales y defensores de derechos humanos.
Ocho años después, el contexto es muy distinto, pero el simbolismo de ver la bandera revolucionaria siria ondear junto con la Palestina en la ciudadela de Alepo, arrasada por fuerzas del régimen sirio, Irán y Rusia, es innegable.
Rusia confirma que derrocado Bashar al Assad escapó a Moscú con su familia
La agencia estatal rusa Interfax señaló que “el presidente sirio Bashar el Asad y su familia aterrizaron en Moscú y se les concedió asilo por razones humanitarias”, después de horas en que no se tuviera claridad sobre su paradero. El ahora ex líder sirio fue derrocado esta madrugada tras la llegada de los rebeldes a Damasco, la capital del país.
Qué observar. El presidente Bashar al-Assad de Siria llegó a Rusia después de huir de su país, según informó la agencia estatal de noticias rusa Interfax y dos funcionarios iraníes, en lo que es el último capítulo de la abrupta caída de la dinastía Assad que gobernó Siria por 53 años y que se desplomó abruptamente tras el levantamiento rebelde que esta madrugada llegó a la capital del país y derrocó al régimen sin resistencia alguna.
Durante la tarde, el Ministerio de Exteriores de Rusia, había confirmado que Assad abandonó Siria, aunque no dio pistas sobre su paradero.
“Como resultado de las negociaciones entre Bashar al Assad y varios participantes en el conflicto armado en el territorio de la República Árabe Siria ha decidido dejar el cargo presidencial y abandonar el país, dando instrucciones para llevar a cabo la transferencia de poder pacíficamente”, señaló Moscú en ese momento.
La agencia estatal rusa Interfax finalmente anunció que “el presidente sirio Bashar al Assad y su familia aterrizaron en Moscú y se les concedió asilo por razones humanitarias”.
La información fue corroborada por funcionarios rusos citados por medios de ese país.
Aliado de Moscú. Rusia era uno de los aliados más importantes de Assad y había acudido en su ayuda desde que comenzó el actual estallido.
Aviones de guerra rusos lanzaron ataques en territorio controlado por la oposición y el ministro de Relaciones Exteriores de Irán voló a Damasco, donde prometió apoyo en la lucha contra los rebeldes. Assad viajó a Moscú pidiendo más ayuda.
Sin embargo, el apoyo ruso no tuvo el mismo nivel que en 2015, cuando fue clave para controlar la rebelión que estuvo a punto de derribar a Assad.
La toma de poder por parte de los rebeldes es un importante revés estratégico para Moscú, que se encuentra en situación de vulnerabilidad debido a su participación en la guerra con Ucrania desde febrero de 2002, que se ha convertido en un callejón sin salida para el Presidente Vladimir Putin.
Bases militares rusas en Siria. Rusia opera en Siria su principal base naval fuera de territorio ruso. Esta se encuentra en la ciudad de Tartús, a orillas del Mar Mediterráneo, con lo cual es clave para Moscú la alianza militar y estratégica con este país. Además, controla la base aérea de Hmeimim.
De hecho, esta semana Rusia realizó ejercicios militares con misiles hipersónicos en el Mediterráneo al frente de las costas sirias, desatando la inquietud de los países occidentales.
Tras la caída de Assad, Moscú indicó que se han tomado “todas las medidas para garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos que se encuentran en Siria” y que sus bases militares rusas en Siria “se encuentran en estado de alta preparación de combate”. “En estos momentos no existe una amenaza grave a la seguridad de estas”, señaló.
De acuerdo con la inteligencia ucraniana, Rusia está retirando buques y equipos desde sus bases en Siria.
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