Se trata de Marilina Henninger de Löffler, quien por segunda vez tomó ese desafío. “Quería evocar la gesta de San Martín y también conocer mi templanza ante la adversidad”, dijo al diario Clarín la empresaria de Río Grande. La travesía comenzó este domingo y se extenderá unos seis días.
El diario Clarín publicó este domingo el Cruce de los Andes realizado por intrépidos argentinos que quieren revivir la hazaña del Libertador José de San Martín hace exactamente 200 años y que permitió la gesta emancipadora.
El matutino porteño resalta en la introducción que “cuando suena el toque de diana, a las 7 de la mañana. De día, con 30 grados, y a la noche, en la llamada zona de Las frías, con 10 grados bajo cero. Arriba de las mulas, que bordean sin dudar por el precipicio sin fin. Cuando el viento aparece de repente y pega fuerte en la cara. En las tormentas repentinas que traen aguanieve. En cada historia de tantos años que traen los baqueanos y los guías. Con el mareo de los 4.800 metros de altura. En el sabor salado de los guisos con charqui. Cuando las mulas siguen el sendero con instinto, a pesar de que el jinete no se anime. En las noches con miles de estrellas, que solo se contemplan acá. Cuando el abrigo no alcanza. Y en cada uno de los seis días que dura la expedición turística para recrear el Cruce de los Andes, aparece siempre la figura de San Martín y sus hombres.Está omnipresente. De eso se habla todo el tiempo, de la hazaña, de la superación, de las penurias de la odisea. No hay corazón ni cabeza que no se hagan la pregunta una y mil veces: ¿Cómo fue que estos hombres cruzaron Los Andes de la manera en que lo hicieron?”.
Una de estas jinetes es Marilina Henninger de Löffler, quien por segunda vez tomó ese desafío. “Quería evocar la gesta de San Martín y también conocer mi templanza ante la adversidad”.
Justamente Marilina recordó en su Facebook aquel primer viaje y compartió: “Cómo brota la emoción cuando uno tiene cargada el alma!”
Henninger, de 43 años y con dos hijas, confió que tenía ninguna afición particular por las actividades de montaña. “No sé andar bien a caballo y nunca tuve espíritu temerario y en febrero del pasado año crucé los Andes”.
“Como el frío de la montaña, de a poco, la idea de repetir el camino de San Martín se fue metiendo en mi cuerpo, hasta llegar al hueso. Dos amigos riograndenses, Emilio y Diego, que ya habían realizado la experiencia, me fueron convenciendo”.
Recién al tercer intento se animó a este gran desafío que marcó un antes y un después. “Al principio pensé que mi motivación seguía dos objetivos: el histórico, evocar la Gesta Sanmartiniana, repetir esa enorme hazaña; y el personal, conocer mi templanza ante la adversidad, la resignación o el miedo”, compartió.
“Con el curso de los días, ya en plena travesía, cada una de las experiencias vividas, las cuestas largas, las alturas, el calor, el frío, los amigos, los debates sobre el carácter de San Martin y su liderazgo, fueron uniendo de un modo increíble, casi perfecto, ambas expectativas”.
“Nos tocaron seis días de sol, anduvimos por valles, cañadones, ríos, las majestuosas montañas de los Andes, paisajes indescriptibles de alturas, colores y texturas muy diferentes. Rojos, verdes, grises, roca, pasto, yeso. El ritmo siempre fue al paso, a veces en fila india, otras, más desordenados. Nuestro guía se llamaba Ramón: un grande, muy afianzado en los suyo, que supo llevarnos con confianza hasta los 4.500 metros sin siquiera enterarnos. Su hermano Diego y un grupo de vaqueamos acompañaban nuestro paso revisando monturas, ajustando cinchas y estribos, atentos a todas nuestras demandas”, describió.
“Los treinta y largos grados del día, el viento y el polvo nos acompañaban desde la mañana hasta las últimas horas de la tarde. Lo primordial, tomar agua y ponerse protector solar. Al llegar al campamento nos esperaba el ‘yerbadito’ o el café y la alegría de contar y compartir todo lo que nos había pasado en la jornada ¡Qué hubiera sido de este viaje sin la grata compañía de estos 20 amigos!”
“La montaña te iguala”
“Surgió un día de reflexión, y cuánta razón tenía. Entre nosotros no hubo edades, ni género, no hubo rangos, ni ocupaciones, sólo un fuerte sentimiento de solidaridad, cariño y amistad sincera con el otro”, reflexionó Marilina Henninger.
Contrastó que “a diferencia del Ejército de los Andes, dormimos muy cómodos, con carpas, colchones y bolsas de dormir que soportaban los -12 que supieron hacer algunas noches. Jorge, amigo y médico de la expedición, atendió faltas de oxigeno, dolores, raspaduras, alergias y hasta algún desafortunado que cayó del caballo. Nada nos faltó”.
“Tuvimos muchas emociones, desde la admiración al miedo, de la alegría a la congoja, todos los días fueron una vorágine de sorpresas que mantuvieron nuestros sentidos a flor de piel”, agrega.
“Recuerdo con especial cariño el 12 de febrero: arrancamos temprano, casi más que otro días, nos esperaban dos horas de ascenso hasta llegar al cruce. No sé si tantos de nosotros teníamos conciencia de lo que nos esperaba, yo no. Estuve inquieta, especialmente llorosa y a sabiendas de que llevaba los dos símbolos de las instituciones que representaba: mi Cámara y mi Provincia”.
“A doscientos metros del punto de llegada, Ramón nos detuvo e indicó que formáramos un frente de avance conjunto. Ordenados como debíamos, acatamos con placer la consigna de avanzar mientras cantábamos la marcha de San Lorenzo”.
“Cómo no llorar si este ejército de empresarios estaba pisando el mismo suelo a exactamente199 años de esa gesta. Cómo no agradecer por la invaluable oportunidad de recrearlo”.
“Me llevo muchos recuerdos, fotos mías y ajenas, 20 corazones amigos, la satisfacción enorme de haberlo logrado y el reconocimiento eterno a nuestro libertador San Martín, San Martín, que tu nombre, hombre y prez de los pueblos de Sur, asegure por siempre los rumbos de la patria que alumbra tu luz”, dijo Marilina.
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