Pablo Orellano, epidemiólogo de San Nicolás, fue convocado para participar del informe que luego decanta en recomendaciones para los distintos países.
«Es interesante por tres razones: por un lado el financiamiento, por el otro lado por el reconocimiento que significa participar de un documento histórico y principalmente porque significa aplicar lo que uno hace para un fin social, que redundará en leyes, normativas, ordenanzas municipales y recomendaciones a la comunidad médica y a la población», señala Orellano emocionado. Desde que recibieron la noticia, el equipo se avocó a la tarea de detectar y relevar papers del mundo sobre contaminación del aire, a analizar la calidad de la evidencia y a realizar estadísticas sobre las asociaciones entre los contaminantes y la mortalidad. Pensaron que no habría que evaluar más de treinta estudios, pero la realidad los superó: encontraron más de dos mil, de los cuales al menos 250 serán incorporados en el análisis. El trabajo es más exigente de lo que pensaban, pero la motivación los guía.
El riesgo está en el aire
La primera vez que la OMS reconoció que la contaminación del aire podía ser nociva para la salud fue en 1958. Todavía nos había ninguna referencia a que los contaminantes atmosféricos podrían ser carcinogénicos: solo si hay una concentración muy alta de contaminantes, señalaron, eso podría llegar a tener un efecto serio. En 1964, nuevos reportes dieron cuenta de que los contaminantes podrían llegar a tener efectos mutagénicos. También comenzaron a llamar la atención de los especialistas los efectos acumulativos y a largo plazo de la exposición al aire contaminado. En 1972 se reconoció que la exposición a bajas concentraciones también podría tener un efecto en la salud. Ya para 1987, se publicó la primera guía con datos numéricos sobre contaminación atmosférica. Se discriminó allí a 28 contaminantes, y fue la primera vez que se realizaron recomendaciones para el abordaje del tema a través de políticas públicas. En el 2000 esa guía se actualizó, y en 2005 una nueva actualización destacó la importancia de la comunicación de riesgo de esta temática para las personas, no solo para los profesionales médicos o los decisores en salud. El proyecto presente es actualizar dicha guía sobre contaminantes del aire, debido a la gran cantidad de estudios recientes sobre la temática, que pueden modificar lo conocido hasta ahora sobre los efectos de la polución en la salud, o sobre las concentraciones límite de los contaminantes.
El último antecedente oficial del tema es de octubre de 2017, cuando la OMS publicó un informe donde afirmó que «más del 90% de la población mundial respira un aire que viola los parámetros de calidad establecidos». Cada año -señaló dicho informe- los ambientes contaminados causan la muerte de casi 1,7 millones de niños menores de 5 años por agua contaminada, falta de saneamiento, malas prácticas higiénicas y contaminación interior o de la atmósfera. Además, según el informe, hay un aumento exponencial del riesgo de enfermedades cardiacas, derrames y cáncer por la exposición al aire contaminado.
El grupo de Orellano que se está ocupando de relevar los papers sobre contaminación del aire del mundo, casualmente, se ubica en San Nicolás, una ciudad en el extremo norte de la provincia de Buenos Aires.Es allí donde se ubican varias de las industrias metalúrgicas más importantes del país e incluso de Latinoamérica, y por ende donde es particularmente interesante estudiar allí los potenciales efectos sanitarios de la contaminación del aire.
Sin ir más lejos, el mismo equipo está llevando adelante una investigación observacional sobre la influencia de la contaminación del aire en San Nicolás en más de cien pacientes con asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), en conjunto con profesionales del hospital público local. La guía de la OMS en la que están trabajando servirá para que se efectúen recomendaciones sobre concentraciones umbrales de contaminantes y sus efectos, recomendaciones que luego podrán tomar en cuenta los gobiernos a través de sus políticas públicas, los médicos clínicos, y la población en general, para ser capaces de prevenir o mitigar los efectos de la contaminación en la salud.
Prensa CONICET
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