Dos hermanas y un sobrino de la docente asesinada por un disparo de fusil frente al Casino de Oficiales del BIM 5 en esta ciudad, dieron testimonio de lo ocurrido el 13 de diciembre de 1982, en la esquina de San Martín y Espora. Contaron como pretendieron plantarle armas en el auto de las jóvenes, cómo trataron de silenciarlos con una pensión y aseguraron que el Contraalmirante, Carlos Robacio, reconoció que dio la orden de disparar “pasado de copas”.
Río Grande, (J.P.).- Por primera vez en un medio de comunicación, dos hermanas y un sobrino de Florencia Angélica Rojas Gutierrez, la docente asesinada por un disparo de fusil frente al Casino de Oficiales del BIM 5 en esta ciudad, dieron testimonio de lo ocurrido el 13 de diciembre de 1982 en la esquina de San Martín y Espora.
María Rufina Rojas, una de las hermanas de Florencia, contó que “era la media noche y nos despertaron con golpes en la puerta, estaban llamando y era la mamá de una de las chicas que había estado con mi hermana en el auto. Era la madre de Nely Gómez, mi hermana era su amiga íntima y estaban junto con la hija de Aldo Sist; las tres iban en el auto. Mi hermana ya tenía su pasaje para volver a Catamarca porque extrañaba mucho a mis papás y al otro día tenía reunión de maestros”, contó la mujer este lunes, durante una entrevista en el programa radial “Desde las Bases”, que se emite para toda la provincia por Radio Universidad y Radio Provincia.
Relató luego que “como se iba, las chicas le dijeron que fueran a tomar algo para despedirse. Fueron al café y después decidieron dar una vuelta, mi hermana les dijo que dieran una sola vuelta porque se tenía que levantar temprano. Entonces fueron a la inauguración del hotel Ibarra, salieron de ahí dieron la vuelta por Fagnano y tomaron por Avenida San Martín. Apenas cruzaban frente al casino de oficiales, escucharon algo que pensaban que era un cohete”.
“Mi hermana dijo: me duelen las piernas, me quiero bajar. Las otras chicas le dijeron que no se bajara, pero vieron que tenía la pierna toda mojada y que era sangre. Recién ahí se dieron cuenta que se trataba de un disparo, ellas iban con los vidrios cerrados escuchando música y charlando, así que no habían escuchado nada. Intentaron salvarle la vida en el hospital pero fue imposible, porque era un disparo de fusil”, comentó María Rufina.
Después explicó que “las chicas contaron, incluso, que los militares trataron de ponerles armas dentro del auto, para justificar lo que habían hecho. Pero ellas les tiraron las armas para afuera y vino la policía, que les dijo que se calmaran, que no hablaran, porque estaban todas muy mal”. Siguiendo con el relato, la hermana de la docente asesinada frente al Casino de Oficiales manifestó que “cuando le hicieron la autopsia notaron que la bala había entrado por la pierna y luego le había provocado heridas por las cuales no la pudieron salvar”.
Recordó que hubo “una movilización al otro día, pero yo no pude ir porque mis hijos eran muy chicos. Sí fue mi esposo y toda la gente llevó flores, las dejaban ahí donde ahora está el mural recordando a Lita”, repasó la mujer.
De la entrevista participó también Matilde Rojas, otra hermana que reside en la provincia de Córdoba, y Javier Rodríguez, sobrino de Florencia Rojas Gutiérrez. Matilde también contó cómo se enteró del asesinato de su hermana, cuando vivía en Caleta Olivia, y cómo inmediatamente viajaron para Río Grande junto con otros familiares.
Confirmó que al llegar a la ciudad fueron atendidos por el Contraalmirante Carlos Robacio, quien por entonces estaba al frente del BIM 5, y el marino en ese momento les dijo “que no hiciéramos nada, que nos iban a dar una pensión para nuestros padres. Pero le dijimos que no queríamos nada, rechazamos todo. Le dijimos que queríamos que la investigación siguiera su curso, entonces nos ofrecieron el avión para llevarnos el cuerpo de mi hermana”.
“Con ese avión fuimos hasta Catamarca, adonde retornamos llevando el cuerpo de Florencia. Se imaginan lo que fue volver con mi hermana muerta, para llevarla y entregársela a nuestros padres”, dijo Matilde con la voz quebrada. Las hermanas y el sobrino de Florencia Rojas, Javier Gutiérrez, reconocieron en la entrevista la actividad de las distintas organizaciones que reflotaron la imagen de la docente asesinada cuando tenía 27 años. “Es algo que siempre quisimos desde la familia, que se recordara a mi tía porqué ella tenía que haber tenido hijos, tenía que haber tenido nietos, muchos chicos y chicas pudieron haberla disfrutado como sus alumnos, porque dicen que era una gran docente”, señaló el joven.
Las hermanas coincidieron en decir que Florencia “era la más mimosa de la familia, nuestros padres estaban siempre pendientes de ella, todos estábamos muy pendientes de ella y siempre nos estábamos comunicando.
María Rufina Rojas se refirió al momento en el cual el Contraalmirante Robacio se acercó a la familia para dar la versión oficial de lo sucedido, y dijo que fue “a llevar la versión de los hechos dada por la Armada. Dijo que, según él, había pasado un auto un poco antes del auto donde iban las chicas y que los habían insultado. El centinela fue y le preguntó que tenía que hacer si pasaban de nuevo y él le dijo que tirara, que tirara a matar”, remarcó.
La mujer mencionó que durante esa charla, el marino “después reconoció que estaba pasado de copas y dijo que: lo hecho, hecho está. No fue esa misma noche, si no la segunda noche cuando llegó Robacio junto con otros dos militares a la casa”, afirmó.
“Yo le pregunté por qué a matar, porque no a las ruedas para después indagar a esas personas y él me respondió y bueno lo que está hecho, hecho está. Entonces me retiré porque me parecía algo terrible lo que me estaba diciendo. Mi hermana fue velada en la parroquia Virgen del Carmen, después estuvo en el cementerio hasta que se llevaron su cuerpo. En la policía nunca quedó registro de denuncia alguna, no está registrado el hecho, ni nadie fue imputado ni juzgado jamás”, confirmaron.
Hay un barrio de Río Grande que lleva el nombre de Carlos Robacio, en un homenaje que se le realizó recientemente en Cáa Catí, Corrientes, el vicegobernador fueguino Juan Carlos Arcando lo recordaba y mencionaba algunas palabras que afirman señaló el marino, al decir “Yo no soy ni bravo ni valiente ni nada por el estilo. Soy un hombre común”.
Un hombre común que, alcoholizado, era capaz de mandar a matar a sangre fría, sin saber a quién ni por qué. A Robacio se lo viene recordando por su participación en la guerra de Malvinas, como un “héroe”.
A Florencia; el tiempo, el tesón de la familia, el trabajo militante de organizaciones y jóvenes interesados en reivindicar la memoria, la verdad y la justicia; la puso en el corazón, el cariño y el recuerdo de un pueblo que la vio pasar y morir injustamente, por la locura de una época que no debe volver jamás.
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