El profesor Miguel Vázquez, integrante de la Secretaría de Malvinas, AIASyAI del Gobierno de Tierra del Fuego, detalla en un artículo los aspectos históricos que desembocaron en el primer izamiento del Pabellón nacional en las Islas Malvinas, hecho ocurrido el 6 de noviembre de 1820. El día 6 de noviembre de 1820, el coronel de marina, David Jewett, procedió a tomar posesión del archipiélago de las Islas Malvinas, reasumiendo de esa manera el ejercicio de la soberanía -sobre ese territorio heredado de España-, como Enviado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, hizo izar por primera vez la Bandera argentina en nuestras Islas Malvinas.
Río Grande.- Dice el profesor Miguel Vázquez, que al producirse la Revolución de Mayo de 1810, el Primer Gobierno Patrio heredó de España el ejercicio de todos sus derechos sobre las Islas Malvinas.
Debido a ello, las autoridades navales de Montevideo -lugar que fue el último bastión español en el Río de la Plata-, se planteaban la conveniencia de evacuar o de mantener las Islas. De acuerdo a lo resuelto por la Junta de Guerra del 08 de enero de 1811 en Montevideo y por orden de Gaspar de Vigodet, gobernador de Montevideo, el 12 de enero zarpó hacia las Islas el bergantín “Gálvez” a las órdenes del Segundo Piloto Manuel Moreno para efectivizar la evacuación.
Pablo Guillén Martínez, a la sazón Segundo Piloto de Número de la Real Armada, fue el último comandante español de las Islas, las que evacuó el 13 de febrero de 1811.
Se embarcaron cañones, pertrechos, armas y todo elemento útil habiente. Al momento de producirse el hecho de abandonar las Islas, en el campanario de la Real Capilla de Malvinas se colocó una placa de plomo con la siguiente inscripción: “Esta isla con sus Puertos, Edificios, Dependencias y quanto contiene pertenece a la Soberanía de S.M. Dn. Fernando VII Rey de España y sus Indias, Soledad de Malvinas, 7 de febrero de 1811, siendo Gobernador Pablo Guillén” (sic). La misma leyenda fue colocada en las puertas de la treintena de edificios allí existentes, los cuales se cerraron y se liberó el ganado.
En constancia se labró un Acta, con fecha 13 de febrero de 1811, que firmaron: el último gobernador Pablo Guillén Martínez; Dn. Manuel Moreno y el Capellán de la fragata portuguesa “Carlota” y el Vicario de las Islas, Dn. Juan Canosa.
Fue así que en los primeros días de mayo de 1811 zarparon la “Carlota” y la “Gálvez” que alejaban a los españoles de Puerto Soledad, dejando a los argentinos la herencia de sus soberanos derechos sobre el archipiélago.
Algunos historiadores dan cuenta de que las islas no quedaron totalmente deshabitadas durante el período de 1811 a 1820, pues habría quedado un grupo de españoles, criollos e indios, aquerenciados a la tierra y, aunque apenas conocidos, existen documentos por actos administrativos, como la constancia del 13 de enero de 1813 por la que Enrique Torres, del bergantín inglés “El Rastrero”, solicita permiso para que esa embarcación pudiera viajar a las Islas Malvinas y a las Costas del Sur, con el fin de cazar lobos marinos. O un oficio que remite Berruti a San Martín, en 1816, pidiendo presidiarios para las Islas para rehabilitarlos por medio del trabajo.
Mientras tanto, en la parte continental de nuestro país, entre 1810 y 1820, se vivía un clima de gran inestabilidad política. Se sucedían los gobiernos: Primera Junta (1810), Junta Grande (1811), Triunviratos (1811-1814) y el Directorio (1814-1820), que no podía consolidar su poder y debieron hacer frente a la guerra contra España. En esta lucha se destacaron Manuel Belgrano, José de San Martín -llegado al país en 1812-, y Martín Miguel de Güemes. Las campañas sanmartinianas terminaron, tras liberar a Chile, con el centro del poder español de Lima. El 9 de julio de 1816 un Congreso de Diputados de las Provincias Unidas proclamaba la Independencia y en 1819 dictó una Constitución centralista que despertó el enojo de las provincias, muy celosas de su autonomía.
A partir de 1819 en el país se fueron definiendo claramente dos tendencias políticas: los federales, partidarios de las autonomías provinciales, y los unitarios, partidarios del poder central de Buenos Aires. Estas disputas políticas desembocaron en una larga guerra civil cuyo primer episodio fue la batalla de Cepeda en febrero de 1820, cuando los caudillos federales de Santa Fe, Estanislao López, y de Entre Ríos, Francisco Ramírez, derrocaron al Directorio. A partir de entonces, cada provincia se gobernó por su cuenta. La principal beneficiada por la situación fue Buenos Aires, la provincia más rica, que retuvo para sí las rentas de la Aduana y los negocios del puerto.
El año 1820 se presentaba entonces dificultoso para gobernantes y gobernados. Para muestra se puede mencionar el día 20 de junio, día en que se produjeron hechos de tal magnitud, que es recordado como “El día de los tres Gobernadores”.
Ese día el Poder Ejecutivo de Buenos Aires fue ejercido por tres personas a la vez. Se proclamaron gobernadores Ildefonso Ramos Mejía, Miguel Estanislao Soler y el propio Cabildo de Buenos Aires como cuerpo colegiado. Algunos historiadores, no obstante, coinciden en que tal denominación es incorrecta en virtud del total vacío de poder que imperaba en esa instancia histórica, pues ninguno de los tres autodenominados gobernadores fue reconocido por la Legislatura, es decir que no tuvo ninguno.
Además, ese 20 de junio moría el general Manuel Belgrano, día que a la postre, en el año 1938, fue declarado como Día de la Bandera en su homenaje. Belgrano había creado la Bandera en 1812 durante la guerra de la Independencia, izándola por primera vez el 27 de febrero de ese año a orillas del río Paraná.
Debido al estado de real abandono en que se encontraban las Islas Malvinas por falta de control y el constante tráfico de barcos de caza -actividad que había alcanzado proporciones de depredación y amenazaba la preservación del recurso-, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, José Rondeau, se vio en la necesidad de establecer allí un Gobierno, para lo cual designó al Coronel de Marina David Jewett, de origen estadounidense, pero al servicio de nuestro país.
Esta acción se concretaría a pesar de que Rondeau estuvo en ejercicio de su cargo hasta el 1 de febrero de 1820, al cual renunció tras la derrota sufrida en la Batalla de Cepeda.
David Jewett fue “comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por ley natural”. Esta misión la realizaría al mando de la fragata nacional “Heroína”, la cual había sido habilitada como “Buque de Guerra del Estado” el 5 de enero de ese año, al ser considerada la nave más grande y poderosa de la época.
No fueron pocos los inconvenientes que tuvo que capear Jewett para poder lograr tan insigne hazaña, parte de su tripulación se amotinó, otra parte de la misma fue afectada por una epidemia de escorbuto, sufrió problemas técnicos en la fragata y su segundo comandante al mando, el mayor Juan Adams, falleció en la travesía.
Este sinnúmero de penosas alternativas, no lograron desanimar a la expedición, la cual nunca perdió de vista el objetivo de cumplir con el deber impuesto de seguir sentando soberanía en el archipiélago malvinero.
El 27 de octubre de 1820 la “Heroína” llegó a Puerto Soledad, ubicado en el sector occidental de Bahía de la Anunciación, quedando estacionada a unas 10 millas de la costa. Mediante una circular fechada el 2 de noviembre les comunicó, a los responsables de los buques allí fondeados, sobre los motivos que obligaron a la presencia de una autoridad enviada por el Gobierno patrio. Era una proclama de toma de posesión efectiva de nuestro territorio, dirigida especialmente a los cazadores de lobos marinos y de ballenas, quienes estaban presentes en el sector, provenientes de distintas nacionalidades, pero siendo estos especialmente estadounidenses y británicos. El explorador antártico, de origen británico, James Weddell, fue testigo de este hecho.
Finalmente, el día 6 de noviembre de 1820, el coronel de marina, David Jewett, procedió a tomar posesión del archipiélago de las Islas Malvinas, reasumiendo de esa manera el ejercicio de la soberanía -sobre ese territorio heredado de España-, como Enviado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tal como se denominaba en aquel entonces a nuestra incipiente Nación.
En ese momento histórico Jewett, en Puerto Soledad, hizo izar por primera vez la Bandera argentina en nuestras Islas Malvinas.
200 años han pasado desde que nuestra insignia celeste y blanca flameó orgullosa en ese territorio que nos pertenece y que forma parte indisoluble de nuestra República Argentina y, en particular, de nuestra provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
De esa manera se marcaba un nuevo hito de nuestra soberanía sobre las islas, lo que nos permite afirmar, con renovadas fuerzas, que las Malvinas fueron, son y serán siempre argentinas…
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