Por Pablo Daniel Blanco – Senador de la Nación.
La condena a 12 años de prisión, que echa por tierra toda especulación absurda sobre la inexistencia de la ruta del dinero K, no tiene que empañar aún más la ya oscura trama de la vacunación paralela implementada por el oficialismo.
Lo afirmé desde el primer día: la plana mayor del Ministerio de Salud de la Nación debió haber sido removida por el Presidente Alberto Fernández. Premiar con el cargo de Ginés González García a Carla Vizzotti es una pésima señal que muestra dos cosas: que el cambio es puramente cosmético y que con esa acción se pretendió poner punto final a un escándalo que, mucho más allá de la política, atraviesa la delicada línea que separa la vida de la muerte para millones de argentinos que necesitan la vacuna con mucha más urgencia que cientos de jóvenes militantes y funcionarios para nada estratégicos que ya la han recibido.
Cuando se premia a una funcionaria que no desconocía los hechos, se confirma también que la traición, en las altas esferas, es una moneda cambio perfectamente válida.
Vizzotti sabía que más de medio gabinete del ministerio que heredó estaba vacunado. En un país normal la actual Ministra no podría ni siquiera haber ingresado a su despacho al día siguiente de destapado el escándalo.
Los integrantes de este gobierno, que se dicen progresistas, solidarios y critican las actitudes “conservadoras”, fueron los primeros que, movidos por el miedo al contagio y sintiéndose dueños exclusivos de un bien público como es la vacuna, salieron corriendo a inyectarse quitándosela al prójimo que más la necesita.
El uso discrecional de la vacuna para beneficio propio y su círculo de elegidos define por completo la conducta de esta verdadera élite insolidaria, cegada por la soberbia y cebada por la impunidad. Pensar que actuar así no aparejará costos es subestimar a la Justicia y, peor aún, a la sociedad argentina.
Aunque no soy muy aficionado a la ciencia ficción, puedo asegurar que, si esto hubiera ocurrido durante un gobierno de Cambiemos las calles hubieran explotado con movilizaciones violentas organizadas por los que hoy manejan de manera oscurantista y ventajera la vacunación. Y estoy persuadido –como diría él– que si Raúl Ricardo Alfonsín fuera presidente no se hubiera dado la vacuna hasta que no la tuviera aplicada el penúltimo de los argentinos.
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