Infobae Cultura dialogó con Agustina Larrea y Tomás Balmaceda, autores de la obra que recorre la historia, aventuras, disputas, amores y mitos del Polo Sur.
El continente blanco. Nieve, viento, y más nieve y viento pero también pingüinos y científicos. La Antártida, región misteriosa, el último continente en haber sido pisado por el hombre, una geografía que solamente ya entrado el siglo XX vieron los ojos de una mujer. La mayor reserva de agua del planeta, a la vez que escenario de aventuras, disputas, amores y mitos. Los periodistas Agustina Larrea y Tomás Balmaceda, que ya habían escrito juntos ¿Quién esa chica? (sobre las canciones del rock nacional que mencionan a mujeres), vuelven a la carga con el libro Antártida (Penguin Random House). Infobae Cultura conversó con sus autores.
–Cuando el lector ve las fechas de las entrevistas se da cuenta de que el trabajo que realizaron les llevó mucho tiempo de investigación.
Tomás Balmaceda: Es un proyecto que llevó mucho tiempo. Comenzó cuando estábamos por publicar nuestro anterior libro, así que en 2013 ya teníamos la que disparó el resto de las historias. Es que se trata de un espacio muy grande y con mucha historia y aristas por tomar, también nos encontramos con la pandemia, pero eso nos permitió encontrar el formato final que al principio no teníamos tan claro. Y por otro lado, todo el tiempo dedicado al libro llegamos a entrevistar a la mayoría de quienes participaron de la Operación 90, que es uno de los grandes mitos antárticos para la Argentina. En la Operación 90, diez militares argentinos comandados por Jorge Leal llegaron por primera vez por tierra al Polo Sur. Pudimos hacerle la última entrevista en vida a Leal y a varios de los que participaron de esa misión.
Agustina Larrea: También fue un desafío. Sobre la Antártida hay mucha bibliografía. Nosotros leímos por lo menos unos 50 libros para poder hacer éste, pero no encontrábamos ninguno que tuviera la naturaleza de lo que queríamos hacer nosotros, que era justamente un libro que abarcara este continente en distintas facetas, que se enfocara también en la participación Argentina en este mundo tan especial. Quizás muchos libros se concentran en lo que se llamó la “era heroica”, que abarca la primera parte del siglo XX. Nosotros queríamos contar qué más pasó en el siglo XX y llegar hasta nuestros días. La Antártida es mucho más que solamente esa disputa entre Robert Scott y Roald Amundsen por ser quien llegara primero al Polo Sur, y también que la Argentina es mucho más que Sobral, que fue el primer argentino que llegó a ese continente en 1904. Desde el 22 de febrero de 1904 hasta hoy la Argentina tiene presencia ininterrumpida en la Antártida, y eso es parte de un espíritu que nos parecía importante destacar. Queríamos hacer una obra accesible a todos sabiendo que cada capítulo podría ser un libro por derecho propio, con otra extensión. Quisimos encontrar la manera de contar esas historias para que puedan ser accesibles a todos.
–Mencionaron a Scott y Amundsen, que es una gran carrera por llegar al Polo Sur y una historia trágica. ¿Se vivía esa disputa como algo que estaba sucediendo en ese momento por el gran público?
T.B.: –Sí, sin dudas. Tenemos que pensar a Scott y Amundsen casi como personajes mediáticos. Toda esa pelea tiene que ver en un momento geopolítico en particular ya que a en las primeras décadas del siglo XX se seguían estructurando los Estados y nacen sus propias narrativas donde ya no pueden asentarse sobre una épica de los reinos, venía pasando en el siglo XIX. Los Estados tenían que empezar a crear sus propias historias, sus propios hechos heroicos. También se puede remarcar que Scott y Amundsen representaban dos maneras muy distintas de abordar esa cuestión. Scott consigue financiamiento al presentar una especie de gran misión científica en la que el honor de Inglaterra se pone en juego para llegar al último bastión por encontrar, la última zona del planeta, que se creía inaccesible. Amundsen estaba yendo hacia el Polo Norte desde Noruega, pero en una de las paradas que hace su barco descubre que alguien había llegado mientras él navegaba. Pero Amundsen también sentía la responsabilidad de alcanzar ese orgullo nacional y en ese momento decide ir al Polo Sur y se lo comunica con un telegrama a Scott. Se produce esta pelea pública, por supuesto no en el sentido del real time que tenemos en las redes sociales y con los medios, pero sí con la información que iba llegando donde realmente lo importante era ver quién podía llegar primero. Estaba en juego su honor y el honor de sus países, también iban a tener que rendir cuentas a aquellas personas que habían financiado aquellas epopeyas, que eran muy costosas.
Lo interesante de esa pelea y por eso se sigue reinventando y sigue generando atracción era que había dos maneras de ver el mundo. Scott tenía una manera, cómo decirlo, mucho más formal, mucho más rígida, podemos decir británica, que llevaba caballos, llevaba muchísimas personas para la epopeya, pero en un marco de ascetismo total. Amundsen tenía una cosa mucho más alocada, decidió llevar muy pocas cosas a la Antártida, pero a la vez decidió llevar un tocadiscos y algunos discos porque creía que la alegría, que el disfrute, que el entretenimiento eran importantes. Amundsen fue creando como pudo las reglas a medida que iba sucediendo su travesía, Scott era mucho más rígido. Finalmente Amundsen llega primero al Polo Sur y le deja una carta a Scott, una carta pública, pero que es obvio que es escrita a Scott, que llega diez, doce días más tarde, descubre la carta, sus diarios son públicos y muestran que la desazón de Scott y de las pocas personas que habían llegado hasta ese momento era total. Se habían arriesgado a todo y se dieron cuenta de que habían perdido, pero Scott tenía la esperanza de ser el primero en comunicar que había llegado. Su plan, por lo que cuenta en los diarios, era tratar de que una carta, un telegrama llegara a Inglaterra diciendo que había llegado y que eventualmente hubiera llegado primero Amudsen, pero por lo menos quería plantear que la primera noticia la hubiera llevado él, pero no pudo y murió en la Antártida. La reconversión de esa historia es interesante porque Scott es una figura mucho más relevante porque encarna el sacrificio heroico. Terminó marcando una de estas narrativas nacionales mucho más fuertes que Amundsen, que fue el primero que llegó y que tuvo justamente esta creatividad y tuvo de alguna manera esta irreverencia para lograr su objetivo; sin embargo hoy es una figura un poco menor comparada con Scott. Eso lo quisimos mostrar y nos pasan cosas insólitas, una escuela de negocios nos contactó porque tiene ganas de justamente usar a Scott y Amundsen como parte de un curso para emprendedores para contar acerca de economia y la teoria del caos, una cosa insólita, pero es obvio que es una narración que convoca a las personas y que sigue generando mucha atracción.
–¿Por qué esta cuestión más rígida y trágica de Scott, quien no triunfó en la carrera como hacen los héroes, tuvo esta recepción más favorable?
A.L.: –Por ahí se trata de cómo controlás la narrativa. Si controlás la narrativa del sacrificio centrada en que dio su vida para poder ampliar los límites de Gran Bretaña, o para que este territorio especial y único sea para la corona, que era finalmente el objetivo que Scott tenía, y si además tiene unos dramáticos consignados en sus diarios, cumplís ese objetivo. Los diarios eran un cuaderno congelado con sus hojas llenas de escarcha que albergan sus últimas palabras, que son para pedir perdón y encomendarse a Dios para que alguien lo salve y eso no sucede, esos últimos momentos configuran una escena tan poderosa que a lo largo del tiempo se materializa en cómics, novelas, series, que siempre son sobre Scott y no sobre Amudsen.
–A pesar del tiempo transcurrido, el misterio de la Antártida continúa para el común de los mortales, ¿no? No es que alguien pueda ir a una agencia de viajes para pasar el verano en Base Marambio.
A.L.: –Esa es otra de las particularidades y que nos gustó marcar entre las excentricidades o características distintas del resto del mundo que tiene la Antártida. Una es que no hay un Estado que sea dueño de la Antártida. Por el contrario, las naciones se tienen que poner de acuerdo a partir del tratado antártico que se fundó en 1959 y que está vigente en todos los sentidos. Entonces eso es una particularidad porque sí o sí te tenés que sentar a negociar con las naciones que participan del tratado. Sobre viajar allá, digamos que no podés sacar tu ticket o contratar un tour y llegar a Marambio o a cualquier punto de la Antártida. Existe un turismo muy relativo que rodea a la Antártida, pero no es que te podes quedar a dormir fácilmente. La premisa central es que las actividades sean sobre cuestiones científicas. Se supone que la Antártida es un territorio de paz y de investigación centralmente, no de proliferación de armas ni nada por el estilo. Hay una convivencia realmente civilizada en ese lugar.
–¿Cuánta gente habita por lo general la Antártida?
T.B.: –Depende un montón del momento. Podés encontrarte lugares como la base de McMurdo, una base estadounidense que está en el Polo Sur y que a veces puede llegar a tener hasta 1200 personas al mismo tiempo. Pero depende de si es verano, si es invierno, de las distintas regiones
–A pesar del tratado, ¿hay una Antártida argentina, una estadounidense, y así?
T.B: –Son reclamos. El tratado antártico es un ejemplo diplomático único, de características totalmente excepcionales. Todas las naciones que tienen reclamos de soberanía sobre la Antártida acordaron que esos reclamos no se aplicarán hasta más adelante. Pero sí acordaron poder tener espacios que sean de investigación científica, que no puede haber fuerzas militares con armas, que no se pueda desarrollar ningún tipo de tecnología que dañe el ambiente. La Antártida es el reservorio de agua más grande del mundo, tiene el aire más puro del mundo y por sus características diferentes son 14 millones de kilómetros cuadrados de territorio que casi no están habitados. Sobre la cantidad de personas, se calcula que en invierno la mínima cantidad de personas que hay son 1000 personas, luego puede ser muy variable, 4000, 5000, 6000 habitantes, pero en 14 millones de kilómetros y con zonas que no están del todo exploradas. Hoy estamos acostumbrados con google maps a poder chequear la puerta de tu casa, la puerta de la casa de tus abuelos o donde nació tu padre, hay casi cualquier parte del mundo está capturada por satélites. La Antártida aún tiene partes que no han sido exploradas por personas, esto supone mucha fascinación y demuestra que hay mucho por hacer y mucho por proteger. Se sospecha que puede haber bancos de fósiles en el territorio. En los años 50 se había especulado que algunos países iban a probar armas nucleares y el tratado antártico justamente cuida eso. Dentro de esos reclamos, la Argentina hizo un reclamo muy particular, muy especial porque se presentaba como que tiene la presencia ininterrumpida más larga de todo el planeta.
–¿Qué tipo de investigaciones científicas se realizan?
A.L.: –A diferencia de lo que pasa en el Polo Norte, en las cercanías del Polo Sur y la mayor parte del territorio antártico sucede que, salvo en las costas, no hay fauna visible, pero eso no quiere decir que no haya fauna. Hay muchísimos organismos que quizás no son visibles a los humanos pero hay un montón de vida que se está descubriendo y además pensá que la idea de poder tener tanto hielo congelado durante miles y millones de años te permite ver como fotografias, como instantaneas de lo que pasaba hace tiempo, entonces descongelar eso es poder conocer el aire de hace millones de años. También hay muchísimo trabajo de investigación psicológica porque vos podes conocer qué sucede con hombres y mujeres que están pasando muchísimo tiempo en aislamiento o cómo pasan más de seis meses sin luz solar. Las investigaciones son sobre todo y las bases argentinas tienen realmente grandes investigadores e investigadoras.
–Los perros hasta cierto momento jugaron un rol en las bases argentinas, ¿no?
T.B.: –Cuando empezamos a investigar cómo era la historia de la presencia argentina en la Antártida automáticamente pensamos en la Operación 90, esa epopeya del año 1965, en la que 10 hombres llegaron por primera vez caminando al Polo Sur por tierra y empezamos a mirar esa historia, y ahí descubrimos esta historia del perro polar argentino, que es parte del plan de la seguridad de la Antártida, y dentro de ese plan se aprobaron bases y también poder crear un perro que pudiera resistir las condiciones climáticas de la Antártida y que ayudara a para poder mantener la soberanía argentina
–¿Cuánto tiempo duró la existencia de esta raza?
T.B.: –Más o menos dos o tres décadas, no llegó a tener el tiempo necesario para que se inscriba dentro el registro de las razas perrunas, pero tenía características propias, era la cruza de cinco o seis razas, muchas de las cuales primero habían estado en Canadá y en Alaska. El tratado antártico incluye un nuevo protocolo de Madrid que plantea eliminar cualquier otra especie que no sea autóctona de ese continente, así que tuvieron que evacuar a todos los perros, no solamente los perros argentinos, sino los perros de todas las bases y terminaron trayendo el perro argentino al continente, tanto a Mendoza como a Tierra del Fuego. Pero no era una raza que pudiese sobrevivir a temperaturas que no sean polares, así que a los pocos años, o sea para comienzo de los 90 ya no había más perros argentinos polares. Mientras vivían participaban de desfiles, eran homenajeados. Poncho, el más emblemático perro polar argentino, que participó de rescates de película y otras cuestiones, murió en 1978 en Tierra del Fuego. Tenía 18 años.
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