Fredy Miranda, docente de la escuela N°38, de Base Esperanza en la Antártida y Gabriela Silva, directora de la institución.
Compartieron en los Estudios de Radio Universidad, junto a Lorena Vera, Alberto Centurión, Manuela Rodriguez y Marcelo D’Aloisio, desde Roma, lo que significa esta experiencia para ellos.
Audio Nota:
27-03-15 Fredy y Gabriela, ambos oriundos de Santiago del Estero, llegaron a Río Grande en el 2004 y en la actualidad se encuentran viviendo junto a sus dos hijos Baltazar (10) y Constanza (7) en la Antártida, en la Base Esperanza, trabajando Fredy como docente mientras que Gabriela es directora en la escuela N° 38.
Dicha escuela posee una modalidad rural y da clases a un total de 13 alumnos. Seis de ellos pertenecen a la primaria, en un sistema de plurigrado (niños de diferentes edades), mientras que siete pertenecen a lo que es secundario, recibiendo las clases a través de internet pero con ayuda de tutores y personal asignado por el ejército. Dicha institución funciona cuando la Base se encuentra en actividad.
Fredy, en comunicación con Radio Universidad, señaló al respecto: “somos promotores de la actividad comunitaria. Por ejemplo, hace unas semanas atrás logramos que se compre un proyector de alta definición para la escuela y así inaugurar el cine que se lleva a cabo todos los viernes”, quien además agregó: “estamos muy agradecidos al Teniente Coronel Fernando Estévez, quien siempre apoya a las diferentes propuestas de la institución”.
En Base Esperanza viven un total de 52 personas, entre ellas 8 familias. Cada familia tiene su casa dividida por números y, de lunes a sábados, se retiran las viandas siendo la Base la que se encarga de cocinar para toda la comunidad. No obstante, los días sábados se realizan pizzas en el Casino para compartir entre las familias.
A su vez, dentro de la Base Esperanza se realizan actividades tales como paseos, talleres de gimnasia, tejido, porcelana fría, para las mujeres y horas de lectura para los más chicos.
La familia Miranda hace ya varios años que viene luchando para finalmente poder lograr viajar y trabajar en la Antártida. “El hecho de llegar y ver todo blanco, fue muy emocionante. Realmente es un sueño cumplido”, aseguró Fredy. Por su parte, Gabriela señaló: “hay que prever muchas cosas antes venir acá, mayormente si se tiene hijos, pero por suerte recibimos la ayuda de varios docentes que ya habían pasado por esta experiencia”.
“Al ser una pequeña comunidad, se dan vínculos muy fuertes. Es como una gran familia y eso realmente deja una lección de aprendizaje muy grande”, concluyó Gabriela.