El mendocino de casi 90 años, está de visita en nuestra ciudad y entre su equipaje personal lleva sus historias en la Antártida cargadas de datos de color. En FM Ártika, acompañado por Beba, su mujer, contó su experiencia antártica desde la llegada, la vida en Base Esperanza hasta el desopilante encuentro con un expedicionario chileno y un desenfadado irlandés.
Ushuaia (Gentileza de FM Ártika).- Arpegio Riera, amigo del experto antártico fueguino Alejandro Bertotto y decano de los miembros de la Agrupación Antárticos Mar del Plata, es parte de los primeros argentinos que formaron las dotaciones de la Base Antártica “Esperanza”, ubicada al norte de la Península. Allí llegó en el año 1957, con 25 años de edad, hace 64 años, con su juventud y entusiasmo de ser parte de ese grupo de soldados del Ejército Argentino, seleccionados para permanecer un período de un año.
Él fue como operador radiotelegrafista y en el aire de Ártika, explicó cómo fue llegar al continente blanco, a bordo del Q-4 Rompehielos A.R.A “General San Martín”, primer buque rompehielos de la Argentina que sirvió en la Armada entre 1954 y 1982. Arpegio llegó a la Base vistiendo la misma ropa que tenía en Buenos Aires, hasta que le proveyeron los abrigos necesarios, ya que al aire libre, el frío llegaba a los -15°C.
En la Base le dieron los abrigos que eran provistos por grandes empresas textiles como Alpargatas y Annan de Pergamino, ellos le brindaban Anoraks, guantes y otras ropas que estaban confeccionada con pieles de conejo, de gato, seda y rayón. “No existía el nylon. Así que imagínate, la ropa era tejida, se humedecía rápidamente”, dijo. A eso se le sumó la poca o casi nula experiencia antártica de los que fueron en su grupo. En ese momento, no había un entrenamiento previo en operaciones antárticas como hay en la actualidad, pero de igual modo, se embarcaron en la aventura con el propósito de hacer Patria en el continente blanco.
Particularmente, Arpegio sabía de nieve, montañas, escalar, pescar y cazar, ya que hasta los 18 años, cuando ingresó al Ejército, vivió en su San Rafael natal, Mendoza y había incursionado un poco en el monte, pero no sabía cómo iba a ser esa nueva experiencia. Como radiotelegrafista pensó que iba a ocupar un lugar en la radio, pero de los 3 que fueron, solo 1 quedó en la radio y los otros 2 fueron designados a tareas generales.
“Era voluntario para lo que fuera. Si había que hacer agua, acarrear nieve, acarrear hielo. Había que alimentar a los perros, uno por uno darle el terroncito de comida, cambiarlos de lugar. Había que ayudar al mecánico motorista a dar ayuda de los grupos y construcción de tableros, ahí estaba”, contó. Todo el trabajo era así, aprovechaban la luz para hacer construcciones, ordenar la mercadería y hacer reparaciones. Hasta la construcción de un muelle flotante de 20 metros de longitud se hizo ese año para la operación de las barcazas del rompehielos. “Era un continuo acarreo de turno mañana, tarde y noche, porque el barco quedaba anclado 3 o 4 días y te descargaba 200 toneladas de elementos y había que acarrearlas”, recordó sonriente.
Por otro lado, Arpegio se autodefinió como uno de los primeros peronistas, pero con pesar recordó cómo era la Argentina de aquellos años a fines de la década del 40 y cómo fue cambiando para mal, hasta llegar a la Argentina de hoy. Mencionó cuando Perón fue tentado a retirarse de la presidencia por un cheque de 1 millón de dólares. “Ahí empieza un populismo bastante perjudicial. Una política anti lo que había establecido el país. Teníamos unos ferrocarriles de primera, el país entero estaba unido por ferrocarriles. A partir de allí, todo empieza a derrumbarse de a poquito de a poquito, las vías quedan abandonadas, estaciones abandonadas. Pueblos pobres que vivían del tránsito ferroviario. La familia ferroviaria orgullosa en toda la Argentina, pasó a ser una familia de ferroviarios apenas sustentables”, recordó y a su pesar reconoció “es triste ver como el país volvió para atrás. Se ha quedado pero muchísimos años atrasados”. Culpó a todos los partidos por agrandar la grieta que aún existe y expresó sinceramente su tristeza al ver un país que estaba en el podio de las potencias y hoy se lo encuentra entre los países del subdesarrollo.
Así es el orgullo que siente Arpegio por aquella Argentina que recordó y al nombró con honra aquellas empresas de Industria Argentina que hoy son solo un recuerdo. Esas empresas que lo vistieron y calzaron en su estadía en la Antártida. Solo quedará en su memoria y en algún libro de historia que busque objetividad.
Desopilante encuentro con el chileno y el irlandés en la Antártida
En su estadía por la Antártida, una de las tareas fue hacer un refugio, salir en patrulla o salir de marcha. En un momento, se inauguró el Refugio “Cristo Redentor” y Arpegio, como el lugar era chico, se quedó solo con los perros, el trineo e ingresó al refugio. Allí estaba con su propia presencia, las provisiones y la radio. Para su sorpresa escuchó que golpearon la puerta y se le erizó la piel. “Que ‘julepe’, los pelos de punta, temblaba todo”, dijo, mientras que continuaban golpeando su puerta. “Quien es”, dijo y por allí le respondieron “Soy yo, señor, solo ábrame”.
Al abrir la puerta contó que vio un hombre encapuchado, todo abrigado y se identificó por su nacionalidad chilena y que era de un refugio chileno, y al escuchar ruidos de perros, se acercó para ver que sucedía y saludarlo, pero Arpegio se enojó y lo echó del lugar. “Mire mi amigo, usted no tiene nada que hacer acá. Usted está en la Antártida Argentina mándese a mudar. Ni le pregunté cómo se llamaba”, contó pero luego, al dar aviso a su jefe del hecho, se ganó el llamado e atención de su superior por la falta de cortesía, más porque se trataba del año geofísico y le explicó que iba a tener varias de esas visitas de expedicionarios extranjeros.
Tanto fue así que luego se encontró con un expedicionario británico, Dany, de origen irlandés con el que compartió muy buenos momentos. Para Arpegio fue algo maravilloso. El mendocino contó que se topó con este personaje desconocido que iba en dirección al refugio a bordo de su trineo por una ladera en la barrera Larsen (la que se desprendió en 2020). Arpegio contó que los perros comenzaron a ladrar y el no veía nada, hasta que divisó el convoy y dio aviso a su superior, el cual le recomendó que se comporte de manera protocolar.
Cuando llegó le dijo “Hello”, a lo que Arpegio contesta “Hola”. Seguidamente el visitante se golpeó el pecho y dijo “I am Dany” y el argentino colacionó “¿Dany?”, “yes, yes”, le contestó el británico. “Yo, Arpegio”, dijo Riera “Arpegio”. “no, no no”, le dijo el británico “you Mefistófeles”. El argentino explicó que lo apodó así por su aspecto, desalineado y con barbas largas y así comenzó el encuentro, retroalimentándose con frases hasta que Arpegio le convidó chocolate. Otra anécdota risueña, ya que no sabía cómo decirlo en inglés. Entonces, ante la imposibilidad de comunicar lo que le quería compartir, le dijo que le estaba sirviendo café y cuando Dany bebió, era chocolate y ahí se rieron, porque Dany le explicó que también decir chocolate en inglés era similar que en castellano.
A partir de ahí se comunicaban mediante señas, dibujos, esbozos de mapas e indicaciones. A partir de ahí creció una amistad sin querer, por esas cosas de la vida, que continuó y la vida los volvió a juntar por la reparación de un equipo de comunicación en la Base donde estaba Dany y al repliegue, una vez finalizada la campaña, el buque que lo transportaba sufrió una avería. Otra vez, los argentinos ayudaron a los británicos y a bordo se volvieron a encontrar. El mendocino le regaló su billetera y su cartera, y a su vez el inglés le pidió su dirección postal. Algunos meses después le llegó una encomienda con un reloj de importantes características.
Esas son las historias que se recatan del continente blanco. Blanco de pureza de aquellos tiempos, de hermandad y recelo de lo que es de la Patria, como el caso del encuentro con el chileno. Historias de un lugar neutral, donde al pasar los años se consagró para la paz y la ciencia. Un lugar donde la Argentina tiene un rol protagónico, pionero de establecimiento, apoyo y cooperación con las estaciones internacionales, rescates y soberanía. Por ello es importante contar con testimonios tan valiosos como este, para la gente de hoy y las generaciones que vienen.
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