Juan Carlos Oyarzún un hombre que gravitó en la política fueguina, falleció el pasado sábado. La partida del ex senador e histórico referente del MOPOF causó dolor tristeza en la comunidad local. Participó de la redacción de la Constitución fueguina. Tenía 70 años.
Ushuaia.- El sábado último, dejó de existir en el plano físico, quien fuera concejal del Territorio Nacional de Tierra del Fuego y legislador y senador de la provincia. Juan Carlos Oyarzún fFue uno de los fundadores también del partido Movimiento Popular Fueguino.
Jovial, afectuoso, conciliador, ocurrente y dueño de un sentido del humor capaz de provocar una sonrisa o arrancar una carcajada en cualquier momento, Juan Carlos Oyarzún se despidió de su cuerpo terrenal para pasar a formar parte de la historia de Tierra del Fuego y muy especialmente de su amada Ushuaia, a la que había arribado en los inicios de su existencia, cuando trás una vida de penurias en Chile, Violeta Buchs, una de las grandes mujeres pioneras y anónimas de la aldea que era Ushuaia en los años 50, los rescató y desvivió para darles, a él y a sus hermanos Nelson y Adriana “Nena”, un mejor futuro en Argentina.
Juan Carlos compensó tanto sacrificio estudiando y ni bien pudo, trabajando. Así se desempeñó como empleado administrativo del Gobierno del Territorio Nacional y luego incursionó en el comercio, abriendo una de las primeras inmobiliarias que tuvo la ciudad y que funcionó en la primer galería comercial, ya desaparecida, ubicada en donde hoy se emplaza el Hotel de los Andes, en San Martín 753.
Su carácter sociable y sus ansias de ver crecer a Ushuaia, lo llevaron a relacionarse en los años 70 con otros vecinos que tenían las mismas inquietudes, fundando la agrupación política Unión Popular Fueguina. Al fusionarse ésta con su equivalente riograndense, la Unión Vecinal, se formó en 1984 el Movimiento Popular Fueguino, partido que 5 años después, sintió el orgullo de presidir.
Desde ese espacio se desempeñó entre 1983 y 1985 (los mandatos eran de dos años en esa época) como uno de los 5 concejales que tuvo la ciudad en tiempos del Territorio Nacional, cuando la provincia era solo un sueño. En la intendencia estaba su amigo personal, Arturo Estabillo y en las bancas lo acompañaban Kelo Ruiz por su mismo partido; Isidro Vélez por el Justicialismo y Agustín Zentner y Florentino Merodio, por la Unión Cívica Radical.
En el año 1985 se presentó como candidato a intendente pero el resultado adverso fue apenas un detalle mínimo de lo que ese mismo día viviría junto a su familia: sus rivales políticos se agruparon frente a su sencilla casa de madera, en la esquina de las calles Alfonsina Storni y Karukinká, para vanagloriarse del triunfo, gritándole “chilote”. Estas acciones violentas se repetirían con otros atentados que quedaron en la historia de la institución municipal de mediados de los años 80.
Pero Juan Carlos no se amedrentó ni desistió de seguir representando a Tierra del Fuego en una carrera política que lo llevó a ocupar los más altos escaños. Y a demostrar, sin proponérselo, que para defender los intereses argentinos, los del país en el que vivió y murió, el lugar de nacimiento es una mera circunstancia.
Luego, ya no pararía de representar a su tierra fueguina, por ejemplo en la redacción de la Constitución provincial, aportando ideas a los convencionales constituyentes de su partido; fue parlamentario en la primer Legislatura provincial y luego fue electo como uno de los dos primeros senadores de la flamante provincia de Tierra del Fuego, cargo que ocupó desde 1992 a 1998. Terminado su mandato, el trabajo en el Senado continuó desde la Secretaría Parlamentaria hasta el año 2003, luego de lo cual se desempeñó como secretario ejecutivo alterno de la delegación argentina ante el Parlamento Latinoamericano.
Con la sensación del deber cumplido, “Carlitos” como muchos lo conocían, volvió a Ushuaia a compartir tiempo con sus cuatro hijos y nueve nietos y a disfrutar de una vida simple y tranquila, lejos de los actos protocolares y las camisas con apresto. Y en eso estaba cuando su salud se quebró.
Pese a la dura batalla librada, con la consigna de no darse por vencido ni aún vencido frente a los adversarios ni a la enfermedad, Juan Carlos dejó atrás su dolorido cuerpo terrenal para quedar inscripto en las páginas de la historia como uno de los argentinos por opción – y no por la imposición azarosa de la vida – que más amó a Tierra del Fuego, y en la que cumpliendo con su última voluntad, se esparcirán sus cenizas.
Fuente: Diario Prensa.
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