Por Daniel Lizardo
Todos encontramos la necesidad de poner palabra a los problemas, a las respuestas, a las candidaturas, a los sucesos y avances de un mundo que trata de entender lo que está pasando.
Sin embargo, en la historia de la humanidad hay muchas personas que han padecido la muerte de su hijo y aún no han encontrado un término que interprete y pueda contener la connotación de la muerte de un hijo.
En distintos momentos del transcurso de nuestra existencia, todos hemos pasado por diferentes situaciones de vida que se encuadran en una lógica pragmática con nombres y justificaciones a sucesos ordinarios que a veces no nos acostumbramos a comprender o aceptar pero que nos identifican (infancia; pubertad; maternidad/paternidad; matrimonio; separación; viudez)
Hay nombres para casi todas las cosas: para lo tecnológico, para lo mundano, para lo artístico, para la identificación de género, para la ciencia, el deporte, la comunicación… Para cada uno de estos temas, nuevas terminologías brotan como neologismos o palabras que por su uso pasan a constituir parte de la jerga (sin tener sentido su denominación más que lo impuesto por el solo hecho de la costumbre). Pero sin embargo no existe una denominación (la RAE no lo tiene registrado) para algo tan sensible como el nombre que lleva un padre/madre que perdió a su hijo y esto hace más difícil la identidad para la familia para semejante dolor.
Este tema pareciera estar muy relegado y son en los hospitales únicamente, en el ámbito donde más se trata y más se habla de este tema (por ser el lugar donde se produce el porcentaje de fallecimiento mayor de personas).
El fallecimiento de un ser querido lleva el proceso silencioso del duelo y como consecuencia de ello, la persona o familia que sobrelleva el dolor busca en la compañía y en las palabras de quienes lo rodean un consuelo difícil de asimilar … del cual transcurrido un tiempo (de preguntas, cuestionamientos, desasosiegos…), el dolor por la ausencia trata de buscar respuestas que sólo llegan a ser aceptadas bajo el misterio de la Fe.
De este modo se vuelve a la cotidianeidad, …familia, trabajo, amigos, es allí donde uno recibe de la comunidad una filiación, según el familiar cercano que haya fallecido: viudo/a, huérfano/a… Pero si se trata de la muerte de un hijo, queda un vacío tremendamente desconsolador por no poder poner un nombre para aquel padre o madre que lo perdió.
Todo una sociedad está preparada en su colectivo para que la vida continúe y debe darse por supuesto que uno debe subirse al tren de la vida adaptándose a un viaje que nos llevará a todos al mismo destino, pero arrastrados por la inercia de la vida nos incorporamos a veces confundidos, desorientados, pensando para uno cómo se hace para soportar semejante dolor y qué debo hacer yo para tratar de contener ese sentimiento de contradicciones que no da ánimo para escuchar palabras bien intencionadas que resultan de vacío emocional y semántico a mis necesidades.
La pérdida de esencialmente un hijo/hija nos arrebata una ilusión. A partir de su ausencia, nos sumergimos en un vacío donde el fondo es “no se puede volver atrás” y “ya nada será como antes”. Y es en las paredes de la desazón en la que uno está sumergido, donde se conjugan recuerdos y sufrimiento.
Sin lugar a dudas, la muerte de un hijo/a, debe ser una de las situaciones más estresantes por las que puede pasar una persona ya que no se concibe como un hecho natural y sólo aquellos que viven en situaciones de guerra pueden inconscientemente concebir el que sea reclutado un hijo al ejército para tremendo cometido.
El duelo es un proceso único e irrepetible, dinámico y cambiante momento a momento, y es vivido de forma diferente según las personas, círculos familiares, culturas y sociedades.
El proceso de vida dentro de una sociedad lleva una lógica, “los de pelo gris no deben enterrar a los de pelo negro”. “Vilomah”, es una palabra del Sánscrito donde hace referencia a que “no se podía ir en contra del orden natural de las cosas”, primero mueren las personas más mayores y después, siguen los demás. En la medida que se van haciendo mayores, pero una precariedad o una incertidumbre de nuestra existencia, hace que pueda ocurrir lo ilógico… como lo es la pérdida de un hijo.
Es mi interés social poder apoyar y de alguna manera consolar el difícil momento de una pérdida tan antinatural, es por ello que invito a los lectores a que podamos de alguna manera ayudar a poner nombre (¿cómo llamar a este duelo?) por el vacío que padecen los padres que perdieron a sus hijos
Próximamente desarrollaré más sobre este tema, si es del interés de los lectores, si así lo fuera difundan y brinden sus aportes para que podamos como comunidad dar el nombre al dolor para los padres en esta situación.
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